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La última campanada de León

CANTO RODADO | Visto el último padrón municipal de la provincia de León es evidente que aquí ya no queda gente ni para protestar. El alcalde de León ha lanzado un grito de desesperación. Una última campanada.

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Hay un reloj en la Puerta del Sol que nos marca el fin y comienzo de año. Hecho por un leonés, el relojero Losada, ¿pastor o militar? de Iruela que salió trotando por los montes de Cabrera y se convirtió en orfebre del tiempo en su periplo de París-Londres-Madrid.

Tiene el reloj de la Puerta del Sol sonería de horas y cuartos, esos que no distinguen las estrellas de televisión a pesar de que cobran cantidades millonarias por atragantarnos con las uvas. Pues a León ya se le acabaron los cuartos hace tiempo. Está en su última campanada.

El alcalde de León, José Antonio Diez, ha sido el encargado de agitar el badajo desde el campanario de la capital bajo la atenta mirada de la UPL. Y ya se escucha en toda la geografía estatal. En Cataluña se dan de bruces con la ‘aparición’ de una ‘Región Leonesa’ después de siglos creyendo que todo lo que hay más allá de Aragón es Castilla.

En Valladolid andan ocupados en mandar mensajes a Madrid para pedir auxilio. El leonesismo que toleran a duras penas y como un hecho pintoresco en un escaño de las Cortes de Castilla y León se desparrama hacia las filas socialistas.

En Madrid hacen como que no se enteran y el PP, con alcaldes también rebeldes y pro-automonía leonesa, confían en que todo quede en agua de borrajas y que a Diez le metan en cintura los suyos.

El PSOE ha mirado para otro lado durante los 35 años de autonomía de Castilla y León cada vez que se planteaba la cuestión leonesista. En parte porque la capitalizó inicialmente el legendario alcalde ‘independiente’ de León, Juan Morano, que abrazó al PP a la primera de cambio y nos metió en el saco de Castilla y León, con la ayuda del presidente de la Diputación de entonces, Julio César Rodrigo de Santiago, y el empuje de Martín Villa, que cruzó en volandas los charcos de La Cabrera porque no había ni carreteras para no mancharse los pantalones y acabó sus días políticos en Endesa, claro.

Al PSOE le ha salido un alcalde respondón. Y su voz disonante suena ya por toda la geografía estatal. Desde Cataluña me pregunta una amiga por ‘el revuelo de los leoneses’. Ya le había advertido tiempo atrás que León no es ni se siente Castilla y le expliqué ahora que la despoblación y la forma en que se ha liquidado la minería del carbón alientan el grito de desesperación. Y, bueno, que a lo mejor el ‘revuelo de los leoneses’ sirve para que se enteren en Cataluña y en otras geografías de lo que son los desequilibrios territoriales de verdad y también que de aquellas minas salió la luz que alumbró parte de su riqueza. El talento en fuga, las estaciones fantasma y la prepotencia de los mandatarios que han convertido a Valladolid es un parásito del resto de la Comunidad alientan el grito.

Le dije que esta campanada no tiene que ver con el independentismo por más brochazos groseros que dé el presidente Mañueco o pinceladas finas del concejal de Ciudadanos en León, Carlos González Antón, voz autorizada donde las haya en cuestión de fronteras y de derechos históricos. Que poco tiene que ver el badajo con la vieja historia del viejo reino. Si a León le fuera bien con Castilla nadie andaría volteando campanas. Y que gracias que ha sonado porque aquí ya no queda gente ni para protestar. Pasen por el INE y miren el padrón. En los años 30 del siglo XX había mil habitantes más que hoy en la provincia.

Sólo el coraje institucional puede revertir la situación desesperada.Diez ha dado la última campanada de León y es posible que en la provincia triunfen las mociones pro-autonomía —veremos qué pasa en el Bierzo y veremos qué hace el presidente de la Diputación, Eduardo Morán— aunque aguas abajo del Esla se ahogará. Zamora y Salamanca no quieren ser cola de León. Y aquí se acabó la magia. Con truco o sin él, es más responsable tocar la campana por León que no hacer nada.