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Los verdaderos militantes del leonesismo, que llevan literalmente décadas de batalla estéril, no salen de su asombro al comprobar la cantidad de paisanaje que se ha subido a bordo en las últimas jornadas. ¿Dónde estaban el día de las elecciones? ¿Y en la última manifestación? ¿Por qué tantos como dan un paso al frente se mantuvieron callados y prietas las filas mientras cobraban de sus cargos públicos? Y la cuestión clave, ¡ah!, pero ¿éramos tantos?

Los sucesivos resultados electorales del leonesismo y la escasa repercusión de sus reivindicaciones en los parlamentos autonómico y nacional —donde existen una representación permanente de otros partidos— choca con esa auténtica oleada de neoleonesismo que, en la mayoría de las ocasiones, llega de los que ya se les pasó al arroz. Circunstancia que tampoco sorprende, incluso entre los más veteranos del leonesismo, conocedores de que su bandera es para muchos de quita y pon, porque esta astracanada no deja de tener mucho de reposición que ya se ponía en el Emperador antes de cerrarse...