Todo lo real
LE BIG MAC | ¿Sabes que en algún momento va a amanecer? Aunque la noche nunca da ninguna pista.
Aún sueño con aquel coche que compré de cuarta o quinta mano cuando vivía en una horrible ciudad del Mediterráneo. Fue un milagro que no me matara en ninguna curva de la carretera de la costa. A veces, volviendo del trabajo, me sorprendía una tormenta y temía morir ahogado en ese mismo momento, sin dilación, todavía vestido con mi uniforme de trabajador no cualificado de un complejo hotelero. Mi voluntad se disolvía en el caudal de agua que se venía sobre nosotros, sobre el mundo, o al menos, sobre aquella parte del mundo que quizás ya haya desaparecido, sepultada para siempre bajo el peso de su propia fealdad. Reducía la velocidad, encendía las luces y continuaba despacio, sin percatarme de que yo ya no estaba allí, al volante, sino a ocho mil kilómetros de distancia, durmiendo en mi cuarto, bajo la lluvia de invierno de una ciudad asiática.
Mi voluntad de ahora, igual que la de entonces, sigue disolviéndose, delegándose en recuerdos para no presentar batalla a los prosélitos de lo real. No, lo real no. La palabra no es adecuada porque el itinerario de nuestra poética también es real, aunque suele permanecer oculta como esos pajaritos que aguardan tras los setos del parque hasta que ya no queda nadie que les vea, y entonces salen y toman el cielo, y se transforman una espantosa nube de insectos que conspiran para ocupar la ciudad. Siempre hace demasiado frío en las afueras excepto cuando hace calor, demasiado calor, y los pies desnudos de mi hijo tratan de zafarse de las mantas. ¿Sabes que en algún momento va a amanecer? Aunque la noche nunca da ninguna pista.
Es algo que simplemente sucede. A veces pasa tras esperar largas horas despierto y otras, nada más cerrar los ojos por primera vez. Hay dos nadadores que cruzan la playa en paralelo a la orilla: así duermen mis dos hijos. Me gusta observarles pero sé que a veces uno sufre en sueños, y aunque sea por motivos soñados, ese sufrimiento es real. No, real no es la palabra adecuada. Real ni siquiera es una palabra, o para decirlo de una vez, real es una palabra que no existe, como tampoco existe el momento del amanecer. Simplemente amanece. El sol arde tras el mundo. Brilla desde abajo e ilumina el vientre de las nubes, pero sigue lloviendo. Todo es real porque yo lo estoy soñando: tu frente, mis labios, tu fiebre.