El hombre más rico de México busca fortuna en España
De Carlos Slim, al que popularmente se le conoce como El Ingeniero, se dice que es imposible vivir un sólo día en México sin contribuir a su enriquecimiento. Así se mide la dimensión del imperio del hombre más rico de su país y del quinto del mundo —el español Amancio Ortega es el sexto—, según el ránking de la revista Forbes del año 2019.
En ese ejercicio, logró escalar dos puestos respecto a un año antes, con un patrimonio de 64.000 millones de dólares (cerca de 58.000 millones de euros al tipo de cambio actual) pese a la cancelación de la construcción de un aeropuerto en su país del que era su principal contratista y que fue la causa de un momentáneo distanciamiento del presidente Andrés Manuel López Obrador, más conocido por el acrónimo Amlo. Aunque los problemas entre ambos parecen saldados y hace unos meses Amlo le entregaba el Premio Nacional de Ingeniería.
Una privatización con fortuna
El germen de su gran fortuna fue la privatización en 1990 de Teléfonos de México, de la que luego desgajó el gigante América Móvil. Ello le llevó a liderar el ránking de ricos del mundo en los primeros 2010, puesto que pronto le disputaría el fundador de Microsoft, Bill Gates.
Además, en su patrimonio cuenta con un banco, Inbursa, y con un conglomerado industrial multisectorial, Grupo Carso, que incluye desde la construcción a la distribución.
Pero el rico mexicano también mira más allá de sus fronteras y de las de Latinoamérica. Y España, y en particular su sector de la construcción, le ha despertado mucho interés a Carlos Slim. De hecho, ha estrenado 2020 con una inversión de 5 millones en la inmobiliaria Quabit, para tomar una participación del 3% a través de su sociedad Inversora de Carso.
En esta apuesta por esta pequeña compañía se une a otros inversores famosos, aunque locales, como Francisco García Paramés y su fondo Cobas Selección.
Esta entrada de Slim en Quabit se suma a la más voluminosa que cuenta en otra inmobiliaria, Realia, desde 2015, y a la que lleva construyendo desde finales de 2014 en FCC, para hacerle una creciente sombra a Esther Koplowitz.
En la bolsa, Quabit se tomó muy bien la incursión de Slim. Tal es así que sus acciones ganaron un 5% el día en que se conoció la operación, después de varias sesiones de ascensos. Y ello obedece a lo que apuntan desde Bankia AM: «La presencia de Slim en el accionariado de las empresas habitualmente genera valor, da garantías y mejora su posición».
El seguro que da Slim
En particular para Quabit, la buena acogida a la entrada del mexicano puede deberse a la posibilidad de que el mercado vea que se disuelve uno de los riesgos que se cernía sobre la compañía y que resalta Josep Monsó, de GVC Gaesco: «Antes o después, necesitará financiación». Con el respaldo de Slim, podría conseguirla más fácil y barata. O podría ser él mismo el que la proporcionara.
Aunque la filosofía de este inversor no se limita a poner el dinero: también quiere gestionarlo.
De momento, según señala Angel Pérez, de Renta 4, su participación en Quabit, muy pequeña, es sólo financiera, porque no le proporciona puestos de poder. Pero este analista no descarta que el que acaba de hacer sea un primer sondeo para, a partir de ahí, incrementar su participación y su influencia en el día a día de la empresa.
La identidad de su gestión Slim ha dejado su impronta en FCC y en Realia. Patricio Garbisu, de Norbolsa, destaca que, en particular en FCC, ha sido una «persona clave en su reestructuración operativa y de la deuda». En cuestiones operativas, enumera Garbisu, ha influido para diseñar una estructura clara, racionalizar las desinversiones, que parecían estar haciéndose a la desesperada, aceptando casi cualquier precio, y ha ordenado los criterios de adjudicación de obras, para hacerlos más prudentes y reducir al mínimo eventuales sobrecostes.
Los inversores —y él mismo— han sacado fruto de estos cambios: la cotización, desde mínimos de esta era que arranca a finales de 2014, se ha recuperado, y ha vuelto a pagar dividendo tras suspenderse en 2013.
En Realia su papel no ha sido tan decisivo, porque no llegó a tener problemas tan graves como FCC, pero sí metió algo de capital, sumó al negocio promotor el del alquiler y aplicó sus principios de gestión que se resumen en imitar a las pequeñas empresas en su principal ventaja: la simplicidad de su estructura.
Ahora, el riesgo está en que Slim considere que su misión, en particular en FCC, está cumplida y que sus objetivos de rentabilidad ya se han alcanzado y que, por ello, pueda desinvertir. Pero viene reiterando que quiere quedarse para siempre.