Una jugada macabra
EL BAILE DEL AHORCADO | "En este ‘todo vale’ con el que ingresamos en la nueva era es el régimen el que nos consume a nosotros y, con estas reglas de juego, el humanismo se elimina de un deporte cuya fortaleza es la importancia de la solidaridad en el avance del hombre. Sólo así se entiende la chapuza de la Supercopa en Arabia Saudí".
Lo que finalmente sé con mayor certeza respecto a la moral y a las obligaciones de los hombres se lo debo al fútbol». Cuando Albert Camus escribió esta frase, el deporte aún no se había convertido en un negocio y los jugadores pisaban el suelo y caminaban entre los mortales; en eso consistía parte de su heroismo. Eran, como en el libro de Blas de Otero, ángeles fiéramente humanos, y no un producto hortera de mercadotecnia. La culpa no es sólo de los clubes, ni de la Federación, ni de la Liga. El sistema reclama más combustible para que la caldera del mercantilismo no se detenga. Entramos en una espiral en la que el producto somos nosotros. También, los futbolistas. En este ‘todo vale’ con el que ingresamos en la nueva era es el régimen el que nos consume a nosotros y, con estas reglas de juego, el humanismo se elimina de un deporte cuya fortaleza es la importancia de la solidaridad en el avance del hombre. Sólo así se entiende la chapuza de la Supercopa en Arabia Saudí. Ya no quedan más tabús que derribar. El deporte con el que los niños aprenden compañerismo y espíritu de superación se vende a un país en el que decapitan a menores de edad, el desarrollo se genera con mano de obra esclava y las mujeres no son más que un producto para la satisfacción sexual de los hombres y la procreación.
¿Qué más da? Lo importante es que los cuatro clubs que se han arrodillado ante una teocracia que viola de manera sistemática los derechos humanos han aumentado su pasivo. Lo mismo habrá ocurrido con el resto de actores de esta tragicomedia macabra en la que han salpimentado el estadio de burkas mientras esconden el horror para que no desluzca el espectáculo. «Esta Supercopa es oxígeno para nosotros», proclamaba Rubiales para justificar la ceguera consciente de la Federación Española de Fútbol ante la violación de derechos humanos.
En el país de Cervantes no está de más hacer frente al cinismo con la recomendación de don Quijote: «No puede impedirse el viento, pero hay que aprender a construir molinos».