Diario de León

Antonio Manilla

Autonomía y vecindad

CUERPO A TIERRA |  Después de tantos años de excelso ejercicio «fundacional», para comprobar su éxito, no hay más que buscar una señal de carretera que no tenga tachados los escudos de Castilla

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A mí me habría gustado ser contemporáneo, qué se yo, de Winston Churchill si hubiera sido español, pero por desgracia nada más soy contemporáneo de la Coca-Cola, Windows y el Reguetón. De la Fundación Villalar no lo sé, a estas alturas de año, porque iban a eliminarla, luego a hacerle una reconversión y ahora mismo ignoro en qué ha parado, pero me parece que sigue igual que siempre: creando un sentimiento de comunidad que se nos va a salir por los poros. Después de tantos años de excelso ejercicio «fundacional», para comprobar su éxito, no hay más que buscar una señal de carretera que no tenga tachados los escudos de Castilla. Si la encuentra, dentro de esta provincia, sáquele una foto y mándesela a Igea, que le va a hacer ilusión. Si un marciano aterrizara en esta tierra, por desorientado que estuviera, sabría en poco tiempo como mínimo dónde no está. Por tren no, pero por carretera los límites provinciales resultan inconfundibles hasta para los políticos de las riberas del Pisuerga.

A lo que iba, antes de que usted me catalogue de leonesista por unas pintadas que ahí están y no las he hecho yo, es a que a uno le corresponde ser contemporáneo y vivir el siglo de cosas o personajes que no ha elegido. La vecindad tiene también esa propiedad: es algo que nos toca. Si tiene suerte, compartirá tabiques con unas personas corteses que, además de darle los buenos días, igual hasta le comentan sus columnas en el ascensor (y aprovecho para saludarlas); si, por el contrario, es desafortunado, al tercer guateque universitario que le haga temblar las paredes en la del alba sería, lo mismo le da por llamar al timbre en albornoz y se arma la marimorena. «Despacito», pero se arma, que todas las marimorenas las carga el diablo.

Uno no es responsable de sus contemporáneos ni de sus vecinos. Los leoneses no lo somos ni de nuestra pareja de baile: nos obligaron a un matrimonio de conveniencia autonómico y, hasta el momento, según todas las estadísticas, no nos ha ido nada bien. Ahora se propone el divorcio. Lo que uno dice es que se mire a ver antes quién tiene la cartera y la firma en la cuenta corriente. Porque en aquel enlace a la fuerza una cosa estaba clara: llevamos una buena dote y no hubo separación de bienes.

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