Diario de León

Y perro en Estambul

CORNADA DE LOBO | "De todo lo que sorprende en la capital turca (y es la ciudad más rica en historias y piedras de la Europa que ahí acaba y del Asia que ahí asoma), me quedo con esos perros -unos cien mil y otros tantos gatos- que tanto sorprendieron a Mark Twain en 1867 al ver que no se inmutaban ni pasando a su lado el ruidoso cortejo del sultán

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Hay que proponerle a Sabina que tras sus cuarenta desideratums de otras vidas, oficios o gentes (confesor de la reina, tabernero en Dublín, banderillero en Cádiz, sultán de harén, comunista en Las Vegas, cronista de sucesos, violador en tus sueños, marinero en Marsella, gitanito en Jerez, pirata cojo con pata de palo, parche en el ojo y cara de malo...) añada otro papel o vivir que se me pinta ideal: el de perro en Estambul,  la única gente sin collar  que deambula tranquilísima allí, sin reloj, dueña del tiempo y de sus pasos por las calles, jardines, mercados o mezquitas de la más populosa ciudad del continente europeo donde cada día se afanan, mienten o se palpan la bolsa 17.000.000 de almas cagadas de prisas, rutinas, lujos y miserias.

De todo lo que sorprende en la capital turca (y es la ciudad más rica en historias y piedras de la Europa que ahí acaba y del Asia que ahí asoma), me quedo con esos perros -unos cien mil y otros tantos gatos- que tanto sorprendieron a Mark Twain en 1867 al ver que no se inmutaban ni pasando a su lado el ruidoso cortejo del sultán. Perros y gatos no son de nadie y son de todos, la ciudad les cobija, les alimenta, les mima... y te maldice si les maltratas o asustas.Por eso no verás ni uno flaco, lucen lomo redondo y les brilla el pelo; los hay de porte magnífico o cardados de cresta a rabo como visir ostentoso. Asombra ese mundo gatuno. Y el canino, donde la raza no importa y prolifera lo lobuno o lo mastino y sus cruzamientos (de esos cáucasos vino el mastín nuestro)... y otros perros de siempre e igual de tranquilos y distantes que los gatos, de los que sin duda aprendieron a comportarse sin carreras ni ladridos porque no hay que perrear el alimento -está seguro y sobra- ni andar en alianzas políticas o zalamerías pedigüeñas.

Pero lo asombroso es no ver ni cagada de chucho... y que en esa ciudad también llena de modas y titis superpijas europeizadas o globales no se vea un solo perro paseado con correa; no hay mascotas particulares ni perrazos ni perritos... ni purezas de «marca».

Anda, Sabina:  y perro en Estambul .

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