Diario de León

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Fácil lo explica Peláez: la leonitis, que él dice, o el leonesismo que se desaira cíclica y emocionalmente, la una y lo otro, no son un sentimiento, sino un resentimiento que nació entre la gente «mora» que vino a León de muy lejos desde el siglo X para hacer esto «suyo», que por eso aquí están los mejores rastros de esa arabía no árabe, no mahometana, sino bautizada, mozarabía de hispanogodos cristianos que adoptaron gustos, saberes o costumbres árabes; eran los cristianos que quedaban porque el resto de la España cristiana ya se había convertido al Islam de buen grado y en masa al poco de dominar el jerifalte moro desde Tarifa a Gijón; incluso los propios mozárabes de fe heroica legitimaron la falsa conversión para poder seguir en lo suyo; la fe del vencedor mueve montes y altares. Pero ese resto cristiano retuvo propiedades, derechos o iglesias en tierra mora, gozaba al igual que los judíos del status que otorga el moro a los dhimmis , gentes del Libro, monoteístas y con algún profeta común. Y más o menos les fue bien los dos primeros siglos de ocupación islámica hasta que llegaron al califato los fundamentalistas del Corán, furiosos guerreros todo el día, almanzores implacables destripando infieles despiadadamente. Fue entonces cuando más «moros» mozárabes llegaron aquí, los reyes les daban tierras y leyes, sus ritos y gustos imperaron, se multiplicaron sus poblados y dos siglos después la historia volvía a quitarles de en medio al conceder estos mismos reyes privilegios y señoríos a la Europa gregoriana y francesona que venía barriendo y construyendo císters o clunys como carrefurs. Pero ellos -nietos de andaluces, toledanos, manchegos o extremeños exiliados de su patria matria y ahora «leoneses de toda la vida»- resistieron en sus raíces y en sus ritos acazurrados aún siglos después, maldiciendo a sus reyes afrancesados o castellanizantes y a sus nuevas órdenes, ritos y monjes que lograron desplazarles al fin. Resumido: el resentimiento lo inventaron los mozárabes y sus leonitis y calambres siguen contagiándose hoy... divinamente.

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