Las Casas de nunca acabar
De la Casa del Bosque, una gigantesca cúpula de cristal sostenida por una veintena de pilares metálicos en las afueras de Labaniego, solo colocaron las columnas de acero. Ocho años después de que se interrumpieran las obras parecen troncos quemados sobre una ladera. «Eso ya no lo veremos terminado», decía en marzo de 2017 el pedáneo del pueblo, Clemente Rey.
De la Casa del Carbón, no muy lejos, en la vecina Arlanza, los soportes de metal y las vigas de madera que dejaron las obras a medias en mayo de 2012 se deterioran entre arbustos y escobas. Muy cerca de la estructura abandonada a la intemperie estuvo la última mina de carbón que funcionó en el municipio de Bembibre.
Con la Casa del Vino, también a medio construir en San Esteban del Toral, sucede más de lo mismo. Entre el lagar y la iglesia del pueblo, los hierros oxidados y las maderas carcomidas por la humedad estropean la vista de los dos edificios de piedra. Y todavía quedarían por levantar la Casa de la Agricultura en Viñales y la Casa de la Ganadería en Santibáñez del Toral.
Son las Casas del Hombre. Las Casas de nunca acabar, titulábamos hace tres años en este periódico un reportaje sobre el abandono del proyecto de ecomuseos en las pedanías de Bembibre. Lo que ocurrió allí fue un auténtico despropósito. El Ayuntamiento descubrió en la primavera de 2012 que el convenio entre la Junta de Castilla y León y el Instituto del Carbón para financiar el proyecto no se había renovado después de caducar en 2007 y tuvo que paralizar las obras cuando ya se habían invertido 1,2 millones de euros en las tres primeras estructuras. Hace tres años, el anterior alcalde de Bembibre, José Manuel Otero, decía que las Casas del Hombre no estaban muertas, pero la Junta volvió a enfriar las expectativas a las pocas semanas, cuando la Dirección General de Minas advirtió de que no tenían sitio en el Plan del Carbón.
Ayer, su sucesora Silvia Cao, anunciaba en La Tertulia de La 8 que incluirá la continuidad de las obras en el presupuesto municipal de este año; una noticia espléndida para los pueblos vacíos de Bembibre. Y va siendo hora de que la cultura, herramienta ninguneada contra la despoblación, también tenga su hueco en los planes de Transición Justa.