Espartaco

Igual que la metaliteratura, existe el metacine, que es lo mismo pero de otra manera. Hay ejemplos inolvidables en ambas porque lo que hacen esos momentos que se inmiscuyen en medio de una creación artística es dejar claro que alguien estuvo antes allí. 

Más allá de nuestro propio subconsciente se erige otra conciencia. ¿Qué es sino el recuerdo? ¿qué, la imaginación? ¿cómo definir la manera de pensarnos para saber que realmente estamos, que somos? 

La vida sólo existe cuando es capaz de convertirse en una referencia de sí misma, cuando se sale del guión y muta en metavida. En eso consiste todo. 

No recuerdo en qué novela de Raymond Chandler, Marlowe mantiene una conversación literaria con el chófer de la protagonista. Es tan sólo un momento, pero el escritor logra que nos demos cuenta de que, justo en ese instante, nos habla directamente a nosotros, hace una parada en la historia para salir del libro y mirarnos. Sólo así sabemos que el autor habitó esos espacios y ahora nos los enseña. 

Había pensado en hablar de lo de siempre, pero decidí que no, que valía más la pena hacerlo de Kirk Douglas, que convirtió el cine en una manera de hacer metaHistoria. La mayúscula tiene un por qué. Espartaco ¿se acuerdan? es una película sobre la revuelta de esclavos durante la República de Roma. Dirigida por Stanley Kubrick, el guión lo escribió Dalton Trumbo, uno de los escritores a los que la caza de brujas condenó, primero a la cárcel y luego al ostracismo. 

Douglas decidió que la ‘partitura épica’ debía ser obra de alguien que hubiera hecho de su vida un alegato en defensa de la libertad. 

Tomar decisiones no es fácil porque las consecuencias son dolorosas. Esclavos que se rebelan: este es un buen punto de partida para que todos ensayemos cómo construiríamos los metadatos de una vida, la nuestra, con la que nunca dialogamos.