Diario de León

Alfonso García

Francisco Bajén

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Leer a Pereira siempre me resulta, además de gozoso, un descubrimiento. Viajero impenitente y confeso, en mayo de 1980, según cuenta en Oficio de mirar (Andanzas de un cuentista 1970-2000), estuvo en París y en Albi, ciudad en la que «tengo una feligresía devota». Asistía el escritor villafranquino a una mesa redonda en torno a su novela País de los Losadas. «Eran profesores los participantes —escribe— y también algún invitado. Por ejemplo, el pintor Francisco Bajén, que tiene fama internacional y reside en Albi, habiendo nacido en un pueblo de mi misma provincia de León». Hasta aquí la cita que esconde el dato. Pereira es un curioso descubridor de datos en sus variados y dispersos recorridos por el mundo.

Perdonen ustedes mi ignorancia, pero creo que Francisco Bajén no es muy conocido en España, supongo que tampoco en León, donde había nacido –San Clemente, cerca de Cacabelos— en 1912. Cierto es que la prensa española se hizo eco, aunque muy tímidamente, de su fallecimiento en 2014, con 102 años. Al acabar la guerra civil se había refugiado, junto a su esposa, Martine Vega —«la domadora de los colores»—, en Francia, concretamente en Albi, donde emprenden una nueva vida en el exilio. Si alguien se ocupó de esta figura entre nosotros, creo, fue otro cacabelense ilustre, prematuramente fallecido, Fermín López Costero, que escribió en más de una ocasión sobre el «pintor del silencio, de la luz y de la cotidianidad». Y lo cierto es que su obra fue teniendo un éxito progresivo, hasta alcanzar una verdadera admiración en Europa y más allá de sus fronteras, con su consiguiente cotización especialmente a partir de mediados de la década de los sesenta.

Hasta aquí, la noticia escueta, el acercamiento del personaje a nuestra curiosidad. Ha de añadirse que en Monestés, a escasos veinticinco kilómetros de Albi, se encuentra el Museo Bajén-Vega, situado en una antigua casa señorial que el matrimonio se había encargado de restaurar. Me dicen que, entre otras cosas, son aproximadamente un centenar y medio de obras las expuestas a la contemplación del visitante, que, en general, admira la propuesta del conjunto.

A sabiendas de la dificultad que el intento puede entrañar —extensible al Museo Frederic Marès y a la Fundación Godia, de Barcelona, entre otros—, sería interesante un convenio con el museo francés para dar a conocer temporalmente entre sus paisanos la obra de este leonés universal. Me parece.

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