Diario de León

Antonio Manilla

Caminos de perfección

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D istintas formas de mirar el agua tituló nuestro paisano Julio Llamazares su última novela. Y es que hay tantas maneras de ver las cosas que lo extraño es que alguna vez alcancemos consenso en algo, no digo entre varios, sino hasta con uno mismo. Por ejemplo, un yonqui puede juzgarse, como hace la sociedad, asesorada por el estamento de los técnicos sanitarios, como un enfermo, pero también puede verse como un ferviente partidario de la automedicación. No creo que sea frivolizar el considerar a un drogadicto como a alguien sobremedicado. Es una descripción bastante ajustada, pues al fin y al cabo se trata de una cuestión de dosis. Lo mismo ocurre con otras muchas cosas. La periodicidad, ese criterio matemático, es lo que en el fondo define una adicción. Si usted, sorteando las crisis, mantiene la inveterada tradición humana de comer todos los días, corre el peligro de convertirse en un adicto a la comida. Pero si, por lo que sea, se propone quitarse, y tiene un razonable éxito, no recuperará la salud; lo más probable es que deje de tener salud, buena o mala, para siempre.

Quitarse de algo que es para nosotros una costumbre resulta bastante difícil y hay toda una industria que ha crecido alrededor del rechazo. Parches de nicotina y vapeadores, cervezas sin alcohol y falsos gin-tonics embotellados, la poesía sin poesía que devoran en sus pantallas portátiles los paralectores. Para todo debe haber una transición razonable, una metadona que palie los efectos de correr hacia lo saludable demasiado deprisa. Cuántos de los que ya no están entre nosotros se fueron cuando estaban precisamente en el mejor momento de su transformación, por haber emprendido con demasiado ímpetu su particular camino de perfección. Antes de hacer un maratón, desde luego conviene entrenar de forma progresiva durante unos cuantos meses. Los retos, sobre todo cuando son extremos, no toleran la improvisación, aunque esta sea una patente española.

Igual que la comida es comida o no lo es, pues no admite sucedáneos, alcanzar la línea ideal no tiene atajos. Hay que sudar, comer menos, privarse de muchos alimentos favoritos. Conviene realizar una planificación, llevar controles estrictos, exigirse con moderación, que una conquista lleve a otra sin darnos cuenta. Las cosas grandes hay que tomarlas sin prisas y con mucha paciencia. Otorgándoles el tiempo que se merecen. Sigan mi ejemplo: de los cinco kilos que me propuse adelgazar, ya sólo me quedan por bajar ocho.

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