Diario de León

Alberto Flecha

La segunda transición

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Hace poco comentaba con un amigo las similitudes del momento presente en León con el vivido hace cuarenta años.

La Transición abrió en toda España un espacio político de primer orden, pero en León se manifestó con una serie de peculiaridades. La parte más industrial de la provincia se resentía con motivo de la reciente crisis del petróleo, que había comenzado en 1973, donde la inflación provocó una pérdida de poder adquisitivo que aumentó el malestar de una mano de obra que vislumbraba el futuro del color del carbón. Esa misma inflación causó el control de la producción agrícola, lo que llevó también al malestar en el campo. En cuestiones territoriales, una inmensa parte de la población se manifestó a favor de una autonomía propia. El espíritu con el que nacía el nuevo Estado en estos asuntos provocó la esperanza entre los leoneses de que su sensibilidad en estos asuntos fuera tenida en cuenta.

Y en aquel contexto fue cuando los leoneses salieron a la calle. Si bien no era esta una tierra de tradición reivindicativa, todos estos factores unidos coadyuvaron para que una sociedad leonesa comenzara a conformarse en torno a reclamos como la minería, la autonomía, los pantanos... Desde entonces, en la mente de todos quedaron las tractoradas, la Marcha Negra, el Riaño insumergible o todas aquellas manifestaciones del León Solo en los que se pedía infructuosamente un referéndum que nunca llegaría. La Transición abrió un espacio político, pero un espacio que en León nunca se llegó a cubrir. El fracaso fue otro de los elementos que quedó desde entonces en el paladar de la sociedad leonesa como un sabor empalagoso del que era muy difícil desprenderse. Sobre todo cuando las consecuencias comenzaban a llegar en un goteo tan incesante como anunciado.

Hoy, así me recuerda mi amigo, sucede algo muy parecido. Los leoneses sienten que dejan un pasado de cuarenta años atrás, pero el futuro aún ni se vislumbra. Una crisis económica lacerante que aquí no presenta salida, una desatención bochornosa de los poderes públicos, unas reivindicaciones territoriales desoídas, ridiculizadas y que tratan de ser controladas desde fuera. Un contexto, en definitiva en el que los leoneses vuelven a salir a la calle. La primera transición significó para los leoneses un doloroso fracaso del que aún pagamos las consecuencias. La segunda es una puerta que ahora se abre. El futuro es incierto, pero esta vez la experiencia está ahí.

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