Quijotes
La única lucha que se pierde es la que se abandona. León no volverá a tener medio millón de habitantes ni en sueños. Pero quienes quedamos tenemos el deber de cuidarnos y de cuidar nuestra tierra.
Decía la alcaldesa de Murias de Paredes, Mari Carmen Mallo, en el Filandón de La 8 y Diario de León de esta semana que a veces sentía estar a un paso de convertirse en Quijote y empezar a confundir los molinos con gigantes. Añadía, en respuesta a la compañera María Carnero, que no pierde la esperanza de que aún se pueda hacer algo por los pueblos frente a la despoblación.
Yo estoy con la alcaldesa. Ya nunca veremos una provincia de medio millón de habitantes. Pero quienes quedamos aquí tenemos la obligación de hacer algo para que no quede reducida a cenizas y glorias del pasado. Y tenemos el deber de cuidarnos y de cuidar nuestra tierra.
Mucha gente añora las grandes manifestaciones por la autonomía leonesa. No se consiguió. Estamos en Castilla y León. Es una realidad incuestionable, que no inmutable. Pero pocos se acuerdan de las movilizaciones que impidieron que Valencia de Don Juan se convirtiera en la sede de una central nuclear. Fueron los tractores, los labradores y las mujeres. Fueron en masa a la plaza de Valencia y a las calles de León. A toque de campana burlaron los controles del régimen que se debatía entre el continuismo y el reformismo democrático. Al alcaldecoyantino, José María Alcón, le costó la cabeza unos meses después a cuenta de un rifirrafe que tuvo con el cabo de la Guardia Civil en la verbena del Cristo del Amparo.
Corría el año 1977 y la juventud por las venas del campo leonés. Los políticos hicieron como que allí no había pasado nada. Ni se molestaron en responder a las alegaciones que se llevaron en camión a los pies de la Catedral.
Yo sí creo, como la alcaldesa de Murias, que las luchas populares, como las individuales, tienen sentido. Cómo no creerlo después de ver la transformación de este país. Hubo Constitución porque había un clamor en la calle y un movimiento obrero y social candente. Se lograron los derechos para las mujeres porque hubo, como hay, un movimiento feminista. Y hay un gobierno de coalición de izquierdas porque hubo un 15-M.
La idea de que el bienestar y la Constitución nos la han regalado los padres —nunca se habla de madres, que también las hubo— es un cuento bien armado. Fue producto de muchas luchas que confluyeron después de tanto fracaso y sacrificio. Y de personas que afrontaron con coraje el presente que les tocó vivir.
La locura es soportar la política de apáñense como puedan o ser un punto perdido en el mapa estatal
Pienso en Miguel Cordero del Campillo, que acaba de dejarnos a los 95 años y 1 mes de edad, y pienso en los jóvenes leoneses encarcelados entre 1968 y 1970 por sus actividades antifranquistas. Cordero y otros 160 se enfrentaron con su firma a las fuerzas del régimen para pedir justicia y libertad para aquellos jóvenes que, finalmente, fueron condenados a menos pena que la cumplieron en las cárceles, cuarteles y en la propia casa. Les truncaron la vida y el porvenir, aunque de un modo u otro se rehicieran.
La única lucha que se pierde es la que se abandona. La no lucha es esperar a que la consejera de Sanidad nos ponga una pulserita mientras desvalija la sanidad pública con la excusa de la despoblación. La opción cínica es consentir al presidente de la Junta decir que no es tan grave que la juventud emigre o que pavonee en el local de alquiler que hace de sede del Consejo Comarcal del Bierzo, de ser el primer presidente de la Junta que lo pisa. La locura es soportar la política de apáñense como puedan y que seamos un punto perdido en el mapa del Estado.
Hoy vuelven los tractores a León, las máquinas que suplieron a los garañones, singular cruce de raza entre burro y yegua que tiró del campo en el sur de León, como me explicó un día don Miguel. Hoy no faltarán los pendones, con sus coloridas telas ondeando sobre el cielo azul de León.
Se echan en falta las luchas feministas en este movimiento en el que el sindicalismo y el leonesismo se tocan los dedos. Y hace falta que alguien se acuerde de que los cuidados importan y mucho para regenerar el tejido social, económico y político de esta provincia. Lo que es seguro es que, a unas y a otros, los gigantes los llamarán Quijotes.