Diario de León

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Paseando la otra tarde hasta el Palacio de don Gutierre me quedé admirado de lo limpias que están las calles del Húmedo. Daban ganas de besuquear el suelo. Mi mujer me quitó la idea, pero me dio la razón en lo de limpieza. Ni un papel, las calles tenían el brillo de la dentadura de Julio iglesias. Claro que tampoco había gente para ensuciarlas, es como si un ovni se los hubiese llevado a todos ustedes a merendar a Venus. Vaciados nuestros pueblos… vaciadas nuestras ciudades… ¿vaciadas nuestras ilusiones? Estuve en la manifestación del domingo, no fui porque sea de quienes creen que solos podemos. Al contrario. A un compañero de naufragio no le pregunto de dónde es sino si tiene una brújula. Y luego ya, una vez cogida confianza, todo lo demás… «oye, ¿no roncarás por las noches? ¿No serás culé?». En fin, lo importante es remar juntos y llegar a buen puerto. Porque si solo sufre uno, termina en rebelión a bordo. Para mí, leonés por elección, los males de esta tierra no se deben a su pertenencia a una autonomía de dos raíces sino a que, entre otras causas, quienes debían trabajar por fomentar sentir autonómico no lo hicieron, y cuando lo hacían… León de la Riva la pifiaba con una ofensa. Pero para resistir los zarandeos del oleaje, mejor ir en buque que en flotador.

En esta autonomía ha faltado discurso político de la fraternidad entre provincias, que es como se establecen lazos duraderos. Discurso con hechos, no solo con eslóganes turísticos. A mí la fiesta de Villalar me suena tan lejana como el Día de Orgullo Tirolés. Quien no me suena lejano es Delibes, ni el románico palentino, ni el Ribera del Duero. Más importante que ser paisano es ser prójimo. España necesita un nuevo cantar colectivo. Y León no puede permanecer mudo. Ahora bien, sin desafinar.

Y sí, me gusta ver nuestras calles limpias… pero vivas. Lo dijo Manuel Machado, ya recuperado en un grueso tomo de Poesías Completas : «Tu calle ya no es tu calle/ que es una calle cualquiera/ camino de cualquier parte/». Claro que un verso más arriba decía: «Toíto te lo pasaba…/Y ahora como no te quiero/ se acabó lo que se daba». Rememos juntos, inclusos en el asfalto. Y querámonos, que el querer es fuerza. Los muertos no manchan.

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