De cuerno, cornudo
En el salón de plenos del viejo ayuntamiento de Boñar un oso disecado y enhiesto allí plantado era el rey central de la decoración y la primera vez que lo vi en 1971 dominaba la estancia provocando buen susto o repelús al visitante no advertido que jamás hubiera imaginado encontrar un bicho así -maltrecho el pobre, cuasi sarnoso, lleno de polvo y perdiendo serrín por el culo- en el sagrado recinto de la voz del pueblo, en el sancta sanctorum del concejo, allí, ¿como mascota de la autoridá, quizá?, o por si colaba que fuera el oso que mató al rey Favila, hijo de Pelayo y chulito como papá, «a esi osu mátolu yo solu, ho», fue lo último que dijo... y el primer osu republicanu de la naciente España procedió.
« Por sus salones los conoceréis », dice el Evangelio del Buen Gusto. Una vuelta por las casas consistoriales de estos pueblos puede ser reveladora. En detalles y bronces del ostentoso ayuntamiento que casi todo pueblo reedificó o en cómo diseñaron y lucieron su estancia principal, el salón de sesiones, se describen los gustos y las secretas intenciones (el subconsciente) de esas gentes y su autoridá. En general, esos salones suelen ser siempre cantosos porque a los pueblos, en esto, les gusta copiar de la ciudad lo más horrible y de la tele lo más terrible, así que el catálogo de lo visto en estas últimas décadas deprime a cualquiera al estar ya meridianamente claro que el mal gusto de la gente es incurable... y peor aún: sus secretas intenciones, más. Y nadie quiera ver aquí un asquito urbanita; casi todo lo de pueblo me merece un respeto infinito, a veces veneración, pero lo pueblerino... ay, lo pueblerino, ay, la pueblerina paletez, la altanería gañana, los gustos primarios y pretenciosos, lo chirriante, lujo de pega, oropel barato, aguda epidemia de ayer y de hoy, rastro inconsciente que delata cómo somos en el fondo, en la superficie de la prosa o en la nube del delirio de grandeza.
Vaya, se acabó el papel y hoy venía yo a retratarles el salón municipal más kitsch del reino cazurro, en él mandan los cuernos (¿y por tanto lo cornudo?), pero habrá que verlo mañana.