Diario de León

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Para descalificar a quienes reclaman salirse de nuestra autonomía, la presidenta de la Comunidad de Madrid ha lanzado un insulto con telarañas: paleto. Cabe preguntarse si Isabel Díaz Ayuso sabe su significado. Soy madrileño, llevo en León desde 1985 y aún no he visto ninguno. Tan desdeñoso término la retrotrae no ya al landismo, que por edad no conoció, sino a la burla que los duques orquestaron contra Sancho Panza, por ser rural y pobre. Por cierto, este hubo de encomendarse a menudo a san Isidro, colega suyo del oficio. Y patrono de Madrid desde 1622, además de todas aquellas profesiones relacionadas con lo agrícola. Paleto es un insulto clasista propio del señorito Iván, de Los santos inocentes . Aquí, los leoneses más listos salían y aún salen de nuestros pueblos. Por fortuna, la democracia trajo una nueva sensibilidad hacia los arquetipos fomentados por el chiste cruel y el prejuicio. Los personajes del mundo rural que aparecían en las viñetas de Forges ya no eran paletos, sino humanos con boina, mozos con el cogote pelado al uno. Doña Rogelia y su «¿mande?» tampoco pertenecía al universo de la burla, sino al del humor tierno.

El vallisoletano Miguel Ángel Rodríguez debe explicar a su jefa que se trata de término muy hiriente, pero obsoleto. Si sobrevive algún vestigio de paletismo es ya en las verdes praderas de la moqueta fina.

Flaco favor ha hecho Díaz Ayuso a los políticos que trabajan por esta autonomía, en el PP o en otros partidos, muchas veces sin en el debido reconocimiento a lo logrado. Otra cuestión es que haya mucho que mejorar en lo relacionado a la debida equidad. Nunca proclamaría un ¡viva nosotros!, si es excluyente. Si me proclamo español lo hago desde mi condición europea y occidental, pues mi cristianismo me universaliza. Nunca llamaría paletos a mis discrepantes.

¿Identidad? La mía es la de los niños que leyeron tebeos antes de pasar a los libros, pero hace ya muchos años descubrí que hubo quienes no podían permitirse ni los unos ni los otros. Y puestos a contabilizar boinas… en Madrid hay más cabezas. Una boina no deja de ser una chistera sobre la que se ha sentado un elefante, a los de aquí se los zampó la Legio VI. Crudo invierno el nuestro, oiga.

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