Diario de León

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No hay herramienta más eficaz para un sistema político tan imperfecto como el actual que el miedo. La alarma social que ha generado el coronavirus aumenta como la bola de nieve que lanzaste desde lo alto de la ladera. El Covid-19 ya está en León...¡Bu! Aislamiento para el camionero del Bierzo, que supone el cuarto caso en la provincia, diecisiete sanitarios en vigilancia y dos celadores que le atendieron en cuarentena... Normal que todo ese palabrerío preocupe a las masas. El factor del que se olvida la población, porque la mayoría de medios están a otras cosas, es que la pandemia que se inició en China es un catarrin comparado con la gripe común. Frente a la tozudez de la opinión pública, la sensatez la pone, una vez más, la ciencia. De los casi 90.000 contagios en todo el mundo han fallecido menos de tres mil personas, lo que lleva a la Organización Mundial de la Salud a fijar un índice de mortalidad del 0,7% fuera de Wuhan. «La última campaña de gripe en España causó 525.300 casos y 6.300 muertes», recordaba el CSIC hace una semana. A todo ello súmenle que los fallecidos suelen presentar vulnerabilidades—gente anciana o que sufría patologías previas que agravaron su recuperación (asma, cardiopatías, diabetes...)—y que el primer caso de Andalucía recibió ayer el alta, e intenten mirar con los ojos más cerrados al virus.

Porque han de recuperarse del esfuerzo ocular del sábado, cuando los abrieron completamente en el minuto 79 de un Reino de León ya desesperanzado. Bien le valdría la cuarentena a la Cultural Leonesa, extremando la vigilancia sobre los jugadores y replanteándose seriamente el aislamiento de un José Manuel Aira que ni está ni se le espera. Desde la debacle del copavirus el club ha sido incapaz de recuperarse. Una importante inyección de dinero, una infección fatídica. Y desde que Parejo mandó esa pelota al fondo de la red, el estadio no ha vuelto a entonar aquella frase tan sentida de «¡Orgulloso de mis jugadores!». Vienen equipos de los barrios de Bilbo, formados por currelas que se juntan por las tardes para entrenar, también los equipos humildes de Navarra y La Rioja, que da igual que sea el penúltimo que el primero, y te superan. De los filiales nada se puede decir, potentes aspirantes al ascenso cada temporada. Pero la batalla de los fines de semana es un once contra once y cuando apuestas por una plantilla forjada a base de talonario se espera una respuesta. Espero que su sueldo de galácticos —para lo que es la Segunda B— no les haga perder el norte y olvidarse de lo fundamental que ahora les toca. Sacar las garras y morder, partiéndose el alma por cada punto. Si no, esta tempestad que barre León a 160 por hora también se llevará a los culpables. Otra vez cuestión de corazón, sólo que todavía quedan once jornadas para que finalice el campeonato. A la guerra.

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