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Me fascinan las iniciativas vecinales de salir al balcón o asomarse a la ventana y entretener a los demás con una habilidad. Muchos acabamos de descubrir que, en el edificio de enfrente, el caballero del 10º sabe silbar completa la Quinta de Mahler, la señora del 9º es capaz de doblar con la mente el cucharón de la sopa, que al abuelo del 8ª se le da muy bien imitar a Bruce Lee —cuidado, con el salto de la rana—, y su nieta recita en verso la tabla de los aminoácidos… aquella chica del 7º habla en pitufo, aquel señor del 6º abre nueces con las axilas, la pareja gay del 5º baila claqué, el jubilado del 4º no solo se sabe de memoria La venganza de don Mendo sino que es capaz de interpretar a la vez a todos los personajes… la veterinaria del 3º se convierte en mujer loba y su tierno marido sabe decir en cien idiomas ¡hala Madrid!…y el vecino faquir enseña a preparar pizza de clavos… y el tenor nudista nos canta Rigoletto… todos desde una entrañable cercanía en la distancia… con tales repertorios, bostezar es imposible. Porque es posible dar y darse sin tocarnos.

¿Quién no tiene una habilidad que compartir, en esto días de confinamiento? «¿Saberme todas las exnovias de Kiko Rivera, incluidas las de aquí te pillo, aquí te rasco cuenta como habilidad?», preguntará alguien. Por supuesto, asómese a la ventana o salga al balcón con tal base de datos, pero nos las enumera con descansos, para que podamos ir al baño. Ah, España de los prodigios.

Y para que confinamiento no sea sinónimo de sedentarismo hay que desentumecerse. No oxidarte en el sillón de casa. Mi mujer ha ideado un plan gimnástico para que estiremos a diario las piernas, sin necesidad de salir. Desfilamos por el pasillo, a ritmo de La marcha sobre el río Kwai. No es muy largo, pero lo compensamos echándole marcialidad. Y eso que en lo nuestro no hay sargento, somos ambos tropa.

Hasta aquí la broma, mi salida al balcón. En serio: quédense en casa, cumplan las normas de distancia social y de higiene, pongámoselo fácil a quienes, junto a los enfermos, lo están teniendo más difícil: la sanidad pública, las fuerzas de seguridad del Estado… justos receptores de nuestro aplauso colectivo, pues la más bella habilidad es la gratitud.