Editorial | Control hacia los que abusan para poder defender la salud de todos
La pandemia de nivel mundial a la que nos enfrentamos no tiene precedentes más allá de las creaciones de ciencia ficción que hasta hace hoy una semana nos parecían totalmente imposibles. Las cosas han cambiado con mucha celeridad y todos los países van poco a poco asumiendo que sólo actuando de manera drástica se puede parar la expansión del coronavirus.
Este sábado se cumplen ya siete días desde aquel largo Consejo de Ministros en el que se decidió aplicar el estado de alarma previsto en la Constitución de 1978. Una mayoría de la ciudadanía, por prudencia, temor o solidaridad ha decidido cumplir las normas de confinamiento con responsabilidad. Pero lamentablemente existe una minoría —como en tantos otros asuntos— que ha optado por un irracional negacionismo o, lo que es peor, por ignorar los llamamientos a la solidaridad, y se esfuerzan por buscar fórmulas con las que burlar las previsiones de los decretos que establecen unas medidas que pretenden frenar la propagación del virus para garantizar nuestra salud. Las imágenes del pasado fin de semana de auténticas concentraciones de cientos de personas en lugares turísticos de playa o montaña, o esos movimientos masivos hacia el mundo rural, hicieron evidente que era necesario implantar un control mucho más riguroso de las autoridades. Por ello se lanzaron despliegues de Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado que hoy son visibles por todo el país. De todos aquellos movimientos innecesarios ojalá no tengamos que pagar en las próximas semanas repuntes notables de afectados. Y que no sean precisamente esas propagaciones las que nos lleven a permanecer más tiempo aún en este estado de alarma.
Controlar las calles y carreteras, e incluso penalizar los abusos, es un deber del Estado. Si todos realizamos un esfuerzo basado en un criterio científico de emergencia sanitaria lo lógico es que se penalice a los insolidarios. Pueden producirse errores o malentendidos, pero casi seguro que serán minoría. Lo que suele haber es lo que popularmente se denomina con verdadero acierto: «mucho listo y mucha lista».
,Texto
+Texto
GTexto