Diario de León

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Aunque ni hemos superado lo peor ni sabemos cuanto va a prolongarse esta especie de maldición bíblica, vamos sabiendo lo suficiente para poder sacar algunas conclusiones que desmontan no pocas ideas preconcebidas que súbitamente han saltado por los aires. En el llamado primer mundo, el de los países de la OCDE y de la selecta cumbre de Davos, nos creíamos a salvo de una catástrofe que ha dejado al desnudo la fragilidad de la especie humana. No lo digo yo. El acreditado antropólogo Eduald Carbonell, el menos sospechoso de nada de los tres codirectores de Atapuerca, ha advertido que el coronavirus es el «último aviso» y que, de no tomar medidas que lo eviten, lo siguiente será un «colapso de especie».

Y menos mal que el denostado Estado-nación, con todas sus flaquezas, ha emergido tratando, con mayor o menos acierto, de erradicar el virus. Presumiendo, como presumimos en España, de contar con uno de los mejores sistemas sanitarios del mundo, los hospitales madrileños están superados por la pandemia, desahuciando a los enfermos más graves, o simplemente a los de mayor edad, en aras de salvar a otros con más expectativas de sobrevivir. Imagínense esto en cualquier otro país con una Sanidad Pública mucho más precaria o simplemente inexistente, sin ir más lejos Estados Unidos, donde Donald Trump, después de haber frivolizado sobre el alcance del Covid-19, ha comenzado a caerse del burro. Lo mismo que su primo-hermano, Boris Johnson, que se ha tirado varias semanas sin adoptar ninguna medida cuando el virus se estaba paseando sin control de isla a isla. (Quién mejor que él para encarnar la arrogancia británica según la cual «si hay niebla en el Canal de la Mancha, es el continente el que ha quedado aislado de Inglaterra…»).

Ellos y muchos más pusieron en duda la actuación de China para atajar la pandemia. Se cansaron de repetir que era cuento chino. Pero ahí están los resultados, reverso de los de Italia, que, estando a la cabeza mundial en número de muertos, hasta hace tres días no extendió a todo su territorio el confinamiento general. Al igual que el papel del Estado, y en especial el de la Sanidad Pública, han ser declarados incuestionables, el binomio Libertad-Seguridad habrá de ser revisado después de esa experiencia. Como otros muchos principios y parámetros que venían operando como indiscutidos axiomas.

Y no hace falta otro virus o similar para poner a prueba nuestra supervivencia. Aunque el relativismo lo ha retirado del primer plano, la penúltima amenaza está ahí y se llama cambio climático. Con una diferencia: ésta no ha surgido por generación espontánea, nos hemos sobrado nosotros solitos.

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