Síndrome del papel higiénico
Muchos síndromes se producen por mímesis, sobre todo en épocas socialmente convulsas en que aparecen con mayor frecuencia. Pienso en ello, sometido, como tantos, a este confinamiento necesario, dulcificado en parte por el humor felizmente incorregible y por los aplausos vespertinos con una innegable fluencia de solidaridad. Recuerdo ahora que, tendente servidor al agua con gas, a pesar de ciertas advertencias, durante una larga temporada no pudo consumirla por no encontrarse ni en tiendas ni en supermercados. Supe después la razón. Un doctor apareció en la tele ponderando enérgicamente sus virtudes contra no sé cuántas cosas, dolores y achaques. Pasado el vendaval, es habitual hoy su presencia, solo que yo ya no la consumo, a no ser muy esporádicamente. Se pasó el Síndrome del Agua Mineral con Gas. Tienen por tanto poco de apocalípticos los síndromes, y por ello no es bueno intentar explicaciones extrañas ni escondidas. Es verdad que se acentúan o intensifican en momentos de más dificultades o alarmas, cuando, salvando las excepciones, dejamos aflorar nuestros sentimientos primitivos e irracionales. A veces caracterizan una determinada situación.
Tal es el caso del que bien podríamos llamar Síndrome del Papel Higiénico, cuya definición resultaría innecesaria por las imágenes que ocuparon no pocos informativos en los primeros días de la alarma y que tantos motivos dio para la chanza, la chirigota y el chiste. Y, sin embargo, forma parte del Síndrome de Fomo, un acrónimo —su diccionario está en crecimiento permanente— proveniente de la suma de los significados que generan la palabra: Fear of missing out, que bien puede entenderse como el temor a quedar fuera de alguna situación que, en semejantes apreturas, no entiende bien el dicho chino de que “también en la pasión conviene moderación”.
El temor a un aislamiento generalizado lleva a situaciones como esta entre los consumidores. No tanto, en este caso, por la carencia, sino por la sensación de carencia: al ocupar tanto espacio-volumen en las estanterías el papel higiénico, y que algunos llenaron los carros de este y otros productos hasta rebosar, cundió cierto pánico de escasez. Por si acaso, todos a llenar, en una reacción lógica –efecto dominó-, aunque sea también el llamado “comportamiento de manada”. No pasó de ahí. El humor se encargó de engrandecer la circunstancia. Que no nos falte. El humor.