Diario de León

Alfonso García

Venta de adjetivos

Creado:

Actualizado:

Pienso que la salida de esta situación puede y debe cambiar algunas cosas, no sé en qué medida. Los grandes conflictos han aportado soluciones inimaginables de otro modo. Seguramente la Declaración Universal de los Derechos Humanos, impensable hasta ese momento, no hubiera sido posible sin la conciencia de la cercanía devastadora de la Segunda Guerra Mundial y los campos de exterminio.

Pienso también estos días en Pep Durán, escritor y librero al que un día se le inundó la librería. Al llegar al escenario del desastre, una espesa capa de letras flotaba sobre las aguas de la desgracia al haberse desprendido de los millones de páginas que ocuparan las estanterías. No se desanimó y tomó una decisión: vender las letras a peso para que cada cual compusiese su propia historia. Fue un éxito, según se lo oí contar a él mismo con su carácter imaginativo y burlón. En el seno de las sociedades complejas en que vivimos todo es posible. No estaría de más tampoco que en tantas ferias de vanidades e inutilidades varias se abriesen, aunque temporalmente, tiendas de metáforas, de rimas de todo tipo —recuerdo a aquel poeta que vendía entre la burguesía italiana, femenina especialmente, poemas a diez liras—, de estrofas de ala ancha, de adjetivos…

Me detengo en los adjetivos en estos días de reclusión y concluyo igualmente que menos políticos y más técnicos. Entre los primeros pocos han sucumbido a la tentación de no hablar, motivados más por un pretendido heroico protagonismo que por las aportaciones llenas de naderías. Mal asunto es adjetivar la nada, sobre todo si somos conscientes, como aseguró J. Martí, de que «hay un cúmulo de verdades esenciales que caben en el ala de un colibrí». El silencio necesario y oportuno es una de ellas.

El adjetivo es uno de los modos de acotar o enriquecer los conceptos. Distingue y da personalidad por su capacidad de entender o definir. Cuando es necesario, porque el verdadero tesoro de las palabras es la desnudez, que tan bien entiende el niño en su relación plena y natural con ellas. Los adultos necesitamos dominarla, manipularla…, y nada mejor que el adjetivo, que a la función de acotar añade la de ser un modo de enfrentarse conceptualmente y, sobre todo, ideológicamente, una forma en que los adjetivos pueden romper la ortodoxia. En este caso cabría la discusión, científica, por supuesto, de quienes tienen capacidad para hacerlo. El adjetivo muestra entonces su verdadero y auténtico esplendor. Creo.

tracking