Editorial | Una hoja de ruta para abordar la desescalada
Se acerca la fecha de abordar la apertura del confinamiento y su gestión promete ser casi tan ardua y tan polémica como lo ha sido contener la pandemia. La mayoría de los líderes autonómicos apuesta por gestionar una desescalada adaptada a su territorio, con el argumento de que son ellos quienes están más al tanto de su propia problemática, una postura sobre la que aún no se ha pronunciado el Gobierno pero que se enfrenta a voces discrepantes, como la del presidente de la Junta de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco, que rechaza que cada autonomía haga «lo que quiera». Lo que sí es unánime es que la salida de la ciudadanía a la calle no puede ser homogénea en todo el país, como sí lo ha sido el confinamiento, sino adaptada no a cada comunidad autónoma, sino a cada provincia e incluso, como argumenta Mañueco, a cada municipio en función de su situación frente a la epidemia. Otra cuestión es que esta decisión se deje únicamente en manos de los gobiernos autonómicos.
El desconfinamiento debe seguir una hoja de ruta única, con criterios uniformes para todo el Estado y avalados por los principios que decida un único comité de expertos. No se trata de una competición para quedar el primero, como parecen malentender algunos presidentes autonómicos. Si algo ha quedado en evidencia en las últimas semanas es que la crisis sanitaria del Covid-19 es global y las decisiones que se adoptan en unos territorios afectan de forma directa a otros. Que sea también global la respuesta al fin del confinamiento.