La factura de la tragedia
Seguimos instalados en la mayor tragedia de la historia reciente de España: treinta mil muertos —bastantes más según diversas estimaciones que ponen en duda los datos oficiales—. La gripe china nos ha arrebatado la vida de miles de ancianos. Han muerto en silencio, en medio de una soledad que no tiene precedentes. Desde las tribunas oficiales han convertido sus vidas —todas valiosas, todas irrepetibles— en un parloteo de cifras, una fría estadística sofocada por los porcentajes de enfermos curados y contagiados. No hay palabras para describir semejante hecatombe. Perdidos como están intentando acomodar la espantosa realidad de la tragedia a sus intereses políticos, los portavoces y el propio presidente del Gobierno se afanan en crear un relato con el que pretenden minimizar las numerosas críticas suscitadas por la gestión de la pandemia. En ese sentido, el «lapsus» del general Santiago, de la Guardia Civil, es de lo más inquietante.
En el mezquino cálculo político de quienes aconsejan no declarar días de luto se delata la miseria moral de quienes saben que no han acertado en la conducción de la crisis. Falta empatía con las víctimas. No de otra manera cabe interpretar la negativa a ordenar que la bandera ondee a media asta como expresión oficial del dolor de todo la Nación. A la incompetencia que retrasa la llegada del material capaz de proteger a los sanitarios se une el engaño: anuncian que se están realizando miles de test pero se acumulan los testimonios de ciudadanos que aseguran haber llamado una y otra vez a los centros de salud obteniendo como respuesta que debían permanecer en sus domicilios hasta que les hicieran la prueba.
En la ausencia o la demora en la realización de los test hay que anotar miles de fatales desenlaces posteriores. En nada ayuda que Pedro Sánchez anuncie éstas o aquellas medidas relacionadas con la llegada de recursos que no aparecen o llegan tarde. La amargura dejará huella en nuestra memoria. Amargura que acabará pasando factura en clave política así que consigamos doblar el cabo de la pandemia para enfrentar la crisis económica y social que se avecina. De ahí la importancia de que quienes desde la oposición tienen el deber de controlar al Gobierno acierten a la hora de firmar según qué tipo de pactos. Sería paradójico que en el último minuto quienes han demostrado tanta insolvencia se envolvieran en la bandera del patriotismo para disimular su incompetencia.