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Quien no aproveche la pandemia sacando su moraleja o su cachito de razón perderá una oportunidad de oro para vendernos su catecismo... su anzuelo... o su niebla, que hoy el número de confusos, como el de estultos, infinitus est. Así las cosas, no hay iglesia o religión que no dé su explicación a esta matanza mundial: Dios no es culpable del estrago, no blasfemes, esto solo es un renglón torcido para que  Él  escriba recto después. Y no hay más que explicar, te dicen, salvo insistir que son tus pecados los que han invitado al virus a esta vida de molicie y degenere... ah, y que  polvo eres .

De antes de la Edad Media -y de después- sabemos que las pestes devuelven tropel de gente a las iglesias. Qué remedio si el demonio anda suelto por las calles llevándose gentío a las calderas infernales donde se estofa a pecadores (y pecadoras) en pelotas y a montones, espanto que nos recuerda el pórtico esculpido del Juicio Final que vemos al entrar en una catedral gótica.

Pero no se alarmen ateos militantes y laicistas normativos; ya saben que « los españoles siempre fuimos detrás de los curas; o con velas o con estacas », así que ya llegará el día de abandonar iglesias a lomos de las vacas gordas, si es que no las apiola el exilio y vuelven a estos praos, confiando además en que no sean proscritas después en aquellos territorios donde mande el vegetariano vengativo... ah, y vacas gordas nos van a parecer, pero gordas de verdad, las que antes llamábamos flacas y nos movían a protestas sonoras y graves furias políticas... en esto insiste la matraca agorera del Oráculo de Pedrún:  cuánto lloraréis lo que tirásteis... cuánto .

Mataron a Dios por poner a sus dioses. De diosa va la  Naturaleza . Ahora dicen que ésta  nos castiga  y la Tierra fulmina al profanador. ¿Solo quieren dioses justicieros? Sin pudor. Ahí va una edila de Podemos:  el virus es un aviso que da la Naturaleza porque   estamos llenando la Tierra de personas mayores y no de jóvene s (sic). Pero ninguno como el Dios de la Biblia que, si el faraón se ponía chulito, no le mandaba una, sino diez plagas... todo un zascas.