Diario de León

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Día de la Madre... muerta. Ese será mañana el paisaje de muchos, especialmente de los hijos de las quince mil madres españolas (¿cuántas más en el mundo?) que el ventarrón de un virus errante montado con guadaña en un jaco invisible se ha llevado por delante en estos dos meses y que mañana celebrarán su fiesta -¡tu día, mamá, felicidades!- recibiendo unas flores en el Cementerio Municipal (nada probable), en la Colina de las Cenizas (quizá) o en la Sima de los Recuerdos (la de los ecos turbios).

¿Quién les ha robado a estas madres su gran día este año, su ramo de lilas o su mes de abril, al tañer de Sabina?... ¿qué beso imposible en su frente no les devolvería hoy a la vida por no habérselo podido dar en su sepelio o al morir?... ¿y todas las deudas no pagadas y postergadas?... ¡cómo estrangulan!... ya nunca podrán pagarse y la culpa se hará corrosiva porque no puede uno engañarse del todo ni a todos todo el tiempo, aunque en tragos así los has visto capaces de robar a su propia madre u abandonarla a su penoso destino.

En su residencia, una noche, vinieron con correajes y avasallando los virus sublevados a llevarse al que figurara en su lista de  paseados  y a otros al tuntún. No venían en camionetas voceando chulerías justicieras, sino mudos, a la chita callando como moros en las dunas, en ambulancias sin sirenas y en berlinas de pompas fúnebres, en fin, un apocalipsis invisible y silencioso. Y empezó a desfilar a las tinieblas una procesión interminable que aún tardará algún tiempo en cesar del todo. Así y ahí se vio ese tropel de quince mil madres-abuelas de caras muy familiares todas ellas, sacadas de golpe de su rutina o su bastón paseante sin haber podido siquiera dejar todo arreglado, planchado el último pañuelo, en orden cada armario, los cuartos quedos, el baño como los chorros del oro... y todo como Dios manda y estas mujeres obedecen... o se enseñaron a ello, hijas ellas por lo general (y por lo parroquial, el doble) de doctrinas, vírgenes y milagros. Y mañana, en esas quince mil familias, las flores serán negras... adiós, madre.

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