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Editorial | Un primer paso muy frágil cuya eficacia depende de cada uno de nosotros

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Desde hoy nos lo jugamos todo. Debuta la primera fase masiva de la desescalada programada por el Gobierno de España y la lupa estará sobre cada uno de nosotros valorando nuestra escala de responsabilidad después de 48 días de confinamiento absoluto, roto solamente por el respiro que hace una semana recibieron los menores de 14 años. Se trata de una etapa crítica en esta emergencia sanitaria que puede significar el primer paso hacia la ‘nueva normalidad’ de la que habla Pedro Sánchez o el primer día del descalabro más absoluto. A priori, no hay por qué poner en cuestión la sensatez de una sociedad que se ha adaptado tan dignamente a una reclusión estricta e inédita, aunque algunas de las estampas del primer día de escapada de las familias con sus niños y niñas dan auténtico vértigo, casi tanto como el multitudinario acto de ayer para celebrar el cierre del hospital provisional de Ifema.

Por cierto que siendo esta, la de Ifema, la mejor noticia en lo que llevamos de crisis sanitaria, no es, ni de lejos, el final de la lucha. Porque ni siquiera se atisba el principio del final con cifras diarias que siguen sumando centenares de muertos y, aunque ciertamente bajando, miles de contagiados en todo el país. Sería aconsejable que los datos que demuestran la magnitud de esta epidemia se exhibieran constantemente en los mupis urbanos como una especie de conciencia externa que nos mantenga alerta sobre la precaria situación sobre la que caminamos.

La distancia social sigue siendo la clave, casi exclusiva, para avanzar en esta crisis. Hoy prácticamente todos los paseantes exhibirán mascarillas que en muchos casos no saben ni ponerse, ni quitarse, ni utilizar con eficacia, pero que les darán una falsa seguridad a la hora de saludar con efusividad al familiar o al conocido. Hay que mentalizarse de que esta provincia, como el resto del país, no puede permitirse dar un paso atrás y que lo de hoy y los días sucesivos no es un alta hospitalaria. Hoy, como sociedad, nos hemos despertado en esa UCI por la que han pasado y están pasando tantos ciudadanos. Pero aún nos quedan largos días de tratamiento intensivo, doloroso y de desenlace incierto.

Es fundamental estar en alerta permanente y no olvidar que este primer paso es tremendamente frágil y que de cada uno de nosotros depende su marcha hacia delante o hacia atrás.