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Ahora que ya vamos viendo el desarrollo de la crisis del coronavirus con cierta perspectiva no deja de ser sorprendente que uno de los elementos que han tensionado más el sistema sanitario sea la escasez de material de aislamiento para la protección de sus trabajadores, cuidadores de residencias de ancianos y personal de los servicios públicos en general. No tardamos en saber que el suministro de este material dependía esencialmente de la llegada de aviones de China que no daban abasto ante la expansión de la pandemia. Fue entonces cuando mucha gente se puso manos a la obra y buscó recursos debajo de las piedras para aliviar la situación.

Entre las muchas iniciativas me ha llamado especialmente la atención la de un alcalde de la Montaña de Riaño buscando materia prima para la fabricación de mascarillas, y el apoyo de un entusiasta del mundo rural de la zona que creó una red de colaboración para la fabricación de las mismas. Estoy seguro que algunas de las máquinas utilizadas fueron las mismas que se pusieron a funcionar después del cierre de la empresa minera Hulleras de Sabero decretado en octubre de 1991. En el mes de diciembre de ese mismo año se reunió la Mesa por la Reindustrialización con el fin de recolocar a los mineros que habían quedado sin empleo. Pero no sería hasta 1992 cuando se instalarían las primeras industrias en los terrenos cedidos por el Ayuntamiento de Cistierna en el Polígono Industrial de Vidanes.

Yo sólo era un profesor del programa del Aula de Adultos de Sabero con experiencia en la constitución de cooperativas. La mayoría de mis alumnos eran mujeres que querían trabajar ante el negro futuro que esperaba a sus maridos. Así que después de las clases celebrábamos reuniones para llevar a cabo la constitución de cooperativas del textil. La puesta en marcha de las mismas fue relativamente rápida y aunque sólo aportó un granito de arena, supuso un estímulo a la iniciativa local para aliviar aquella difícil situación creada por el cierre de una empresa que daba trabajo a más de 500 trabajadores.

Estas cooperativas se vieron obligadas al cierre cuando la empresa que les daba trabajo, al igual que otras muchas del sector, trasladó su producción a los países asiáticos con mano de obra más barata. La deslocalización de empresas, a parte de la reducción de puestos de trabajo, nos ha llevado a la situación en la que nos encontramos ahora; una dependencia exterior que impide la toma de decisiones rápidas y efectivas.

Hoy la pandemia ha puesto a todo el mundo a prueba y sin duda habrá cosas que probablemente darán un vuelco extraordinario. Una de ellas será el teletrabajo. Esta fórmula no es una novedad para muchos que llevan tiempo haciéndolo. Lo novedoso son las condiciones en las que a menudo lo están haciendo muchos de los teletrabajadores incorporados a este sistema durante la crisis. Ahora se han visto obligados a hacerlo, muy a menudo, en pisos de reducidas dimensiones compartidos con otros adultos y a veces,también con sus hijos.

Es obvio que la mayoría de las viviendas urbanas, por su reducidas dimensiones no reúnen las condiciones necesarias para la separación de espacios que permitan crear un clima para realizar la jornada cotidiana. La despoblación del mundo rural puede ofrecer una alternativa a esta situación ya que existen cantidad de viviendas deshabitadas que con una adecuada rehabilitación podrían ofrecer unos espacios más amplios y luminosos.

Por otra parte, la pandemia ha puesto de manifiesto lo que algunos emprendedores y pequeños negocios venían practicando desde hace tiempo; la utilización de internet para la venta de sus productos. Fue sorprendente para mí, cuando estas navidades iba a comprar al supermercado en la Ciudad de Panamá, y en él podías encontrar un buen surtido de productos españoles no solo bebidas o embutidos, sino incluso tortilla de patatas elaborada en un pueblecito de La Rioja.

Han pasado pocos días y ya hemos visto que muchos productores no podían dar salida a sus productos por los conductos comerciales habituales. Muchos de ellos, lejos de quedarse paralizados, han comenzado a vender por internet y en algunos casos hacer ellos mismos se han encargado de la distribución.

Es necesario pues reforzar el sistema de internet de manera que no sea un obstáculo para el fomento de la actividad en las zonas rurales para los residentes y para gente altamente cualificada que quiera instalarse en estas zonas. El mundo rural no puede perder la oportunidad no solo de derrotar al coronavirus sino también eliminar sus secuelas.

Benito Álvarez González es licenciado en geografía e historia