Editorial | Caos absoluto en unas fases que a estas alturas ya ni siquiera son tales

Los chistes sobre la rueda de prensa de Pedro Sánchez explicando las fases de desescalada se quedaron muy cortas. Ayer por la mañana, cuando se empezó a barajar la posibilidad de usar una nueva opción 0,5 para Barcelona y Madrid pocos eran ya los capaces de explicar qué se puede hacer o no en cada territorio. Pero tras una jornada de incertidumbre, en la que la Junta demandó su opción de alcanzar esa vía intermedia al tener mejores datos que las dos grandes ciudades españolas, todo se quedó en una fase 0 ‘relajada’, en la que se facilitan unas condiciones hasta ayer impensables.

Son lógicas y admisibles las quejas de la población. Y las de los territorios —incluso gobernados por el PSOE como la Comunidad Valenciana— que detectan un chalaneo de intereses y de guiños a apoyos —como el PNV— o de castigos a rivales —como el PP madrileño—.

El daño a la economía es ingente con tanto caos. Y a las personas. Un país precisa, entre otras muchas cosas, seguridad jurídica. A día de hoy nadie sabe muy bien a qué atenerse con ese Boletín Oficial del Estado que no para de escupir literalmente normas que incluso ni llegan a aplicarse porque se aprueban otras nuevas.

Lo de sentarse en el Congreso los representantes de la soberanía popular y establecer un marco pactado empieza a ser una auténtica emergencia nacional.

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