Diario de León

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P arece llegada la hora de ajustar cuentas, que acude a su cita no temprana, sino inconvenientemente prematura como suele. Deja así más víctimas de las necesarias, pero los ajustadores no se resisten a dejar de cobrar sus presas. Incluso en la dramática situación que vivimos. Lástima.

Una circunstancia no sólo terrible en lo que a sus múltiples costes se refiere, el primero el de las vidas segadas y las trastocadas. Sino en el desordenado gallinero que nos apabulla. De momento, y en cierto modo lógico porque no existen recetas mágicas ni infalibles, un inmenso coro de protagonismos con más hayques que soluciones. Proliferan sin control, como corresponde a una primavera intensamente lluviosa, los debates en los que lo que queda claro es que hay mucho que hacer, rápido y bien. Ahí cada cual arrima el ascua a su sardina, y poco más. Hay que hacer, hay que poner, hay que legislar,... Hay que tomar decisiones, en eso estamos de acuerdo; falta consenso en establecer cómo y hacia dónde.

A este coro se unió esta semana, a través de la Cámara de Comercio, Gay de Liébana. Es de agradecer la incorporación de otros puntos de vista, no porque el del profesor sea desconocido, sino porque desde luego aporta una refrescante altura de conocimientos. No inocentes, dispuestos también a cobrarse sus víctimas. El economista y mejor comunicador se cebó con el Gobierno y los políticos, le puso no pocas velas a Merkel y zurró sin piedad las previsiones sobre las consecuencias del cisne negro del coronavirus.

Muy duro fue con «la mamandurria» del gigante tragapresupuestos de la Administración. No es un argumento nuevo, y desde luego es algo a revisar, aunque tampoco dijo cómo.

Desde luego, llama la atención la escasa cintura del mastodonte del empleo público para asignar recursos con eficiencia. Lo que está claro es que si en todas las empresas llevamos semanas ajustando costes y esforzándonos con entrega, en la empresa de todos es inevitable también el sacrificio para que el país salga adelante. Calvete, pero dejándose la menor cantidad de pelos en la gatera.

A administraciones, organizaciones y demás actores en la palestra les decimos que sabemos de memoria los hayque. No nos los repitan. Pongan de una vez, si es que se les ocurren, los cómo.

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