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Para no caer en un delito o una falta al menos, ahora cada mañana antes de levantarse hay que abrir el Boletín Oficial del Estado. La máxima de que el desconocimiento de la norma no exime de su cumplimiento ceba la paranoia de asegurarse a primera hora de los preceptos que han entrado en vigor, los plazos que se han derogado, las recomendaciones que se han convertido en obligaciones, las obligaciones que ahora ya sólo pasan por consejos y las alteraciones de las competencias administrativas que derivan la presión hacia bajo, como en toda cadena de mando que se desprecie, para hacer que el responsable último de todo sea el vocal de la pedanía de Lodares. El riesgo se multiplica. No vayan a decir luego que no están advertidos. Uno se puede despistar después del desayuno y echarse a la calle con la información del último telediario como toda precaución, con el boletín de la radio de madrugada como salvoconducto o, no digamos ya, con el mensaje postrero del grupo de whatsapp en el que se resume la actualidad en función del sesgo de cada participante como escudo. Sin querer, se olvida de la mascarilla a pesar de que esa mañana, más de dos meses después de que le dijeran que no tenía que utilizarla, han regulado el deber de llevarlas puestas. No importa que usted defienda como eximente que se ha visto la colección completa de las ruedas de prensa de Fernando Simón, ni que tiene la alarma puesta para no perderse el aló presidente de Pedro en prime time, ni siquiera que figura en la lista de damnificados de las comparecencias de Fernández Mañueco a la hora de la siesta. Si se ha saltado el BOE ese día, si ha perdido el celo que se exige a un buen pasante, se expone al riesgo de una multa por conducta incívica, aunque al principio le acusaran de lo mismo por llevarla.

La incertidumbre prologa una salida de la cuarentena que anuncia barra libre para los aficionados a legislar. Cada administración querrá un espacio en el que mostrar su brillantez, pese a que la garantía está en lo contrario: la definición clara de un mismo marco para todos, sin flexibilidad por territorios que tienen votos para sacar presupuestos generales adelante, ni cálculos políticos. Nos vamos a hartar de normas. Aunque, sólo con ver la inconsciencia de quienes abanderan la libertad, a lo mejor estábamos todo mejor en casa.