Diario de León

Alfonso García

Le colgaron el milagro

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Afinales del pasado año la editorial Almuzara publicó un volumen de setecientas páginas que reúne media docena de novelas de Borja Cardelús y Muñoz-Seca, cada una con su propio título, aunque al amparo de uno común: La España del silencio, explicitado el contenido en el subtítulo, Novelas del mundo rural y la naturaleza. Un mundo singular, sin duda, rico en paisajes y matices, en sabidurías milenarias y patrimonio lingüístico, en supervivencias y habilidades, historias y leyendas. Entre tantas otras cosas. Como no podía ser de otra forma, y por tratar del tema que trata, las alusiones leonesas son numerosas en buena parte de los relatos: actividades, especialmente del pastoreo y la trashumancia, poblaciones y parajes.

En la novela titulada El último trashumante se cuenta una historia que no me resisto a transcribir para su conocimiento, si no fuera conocida, y posible regocijo.

«En la comarca de Astorga, los vecinos hablaban de sacar los pendones y a la Virgen de Castro en demanda de lluvias, pero los curas se resistían.

—Hubo un año —recordaba el mayoral—, que los paisanos, hartos de que el cura se negara a sacar a la Virgen, se soliviantaron y subieron en andas al mismísimo cura, atándole a ellas de pies y manos. El pobre, viéndose tan alto y dando unos bamboleos que se veía con la crisma rota, no paraba de gritar y hasta echó el cuajo. Y lo curioso fue que estando en esas hubo arrumazón de nubes y se tiró a llover a cántaros llenos. Así que al hombre le colgaron el milagro y tuvo que pedir traslado al obispo, porque veía que lo paseaban a cada seca».

Hasta aquí, lo escrito. Lo mejor seguramente, serán los comentarios. A uno solo se le ocurre pensar cómo se las gastaban los paisanos de antes, incluso con uno de los personajes que, además del boticario y el alcalde, formaban el clásico trío. Lo que en este caso no cuenta el novelista, seguramente porque no lo sepa o porque no quiera contarlo, es qué podía haber ocurrido al cura al que le colgaron el milagro en una nueva seca, con él en andas y sin lluvia. Por la proporción de lo ocurrido, uno se puede imaginar todo. No sabemos tampoco si llegó a su nuevo destino en olor de santidad y multitudes. O sin olor alguno.

Las cosas son o no. El pueblo las inventa, las recrea o las testimonia. En cualquier caso, siempre hay una razón de fondo que a veces no alcanzamos a comprender. Quede en este caso como simple lectura. Se admiten finales de la película.

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