Silencio
Las cifras de muertos dan escalofríos. En todo el mundo. Y me temo que, como ocurrió hace un siglo con la mal llamada gripe española -que empezó en Kansas y se extendió por las trincheras de la Gran Guerra, hay que recordarlo de nuevo- el recuento exacto va a resultar difícil, lo que no deja de ser una paradoja en una época en la que estamos más vigilados que nunca por la tecnología. El número de fallecidos produce vértigo. En todo el mundo. Y no siempre se les respeta como debiera.
En España, otra vez, los muertos se han convertido en algo que arrojarle al Gobierno de turno. Y en esta pandemia, y en este país, ya hay demasiada gente empeñada en buscar culpables y en hacer ruido por la calle, para espanto de los sanitarios, en lugar de dedicarle tiempo a encontrar soluciones a los problemas que la crisis acarrea, no solo a la salud o la economía, que es lo más inteligente. Y si no quieren aportar, por lo menos que no agraven más la situación y dejen trabajar a los que lo intentan.
Pero hay una cifra simbólica, un número que estos días ha ocupado la primera página del periódico más respetado del mundo. Los Estados Unidos están cerca de los cien mil muertos, titulaba el otro día The New York Times; «una pérdida incalculable». Y a toda página publicaba un listado con un millar de nombres, cada uno con un breve obituario. Porque detrás de las cifras espantosas hay nombres. Y hay rostros, como los que está publicando Diario de León estos días, con permiso de sus familiares. No debemos olvidarlo. Y no se olviden, por favor, de quienes durante este confinamiento les ha importado más socavar la estabilidad del Estado para asaltar el poder que honrar realmente a los muertos. Lo demuestran cuando a la primera ocasión cambian el discurso del luto por el de la alegría, como si estuvieran celebrando un triunfo deportivo.
No se olviden, tampoco, de que los países que peor están gestionando está catástrofe, Brasil, Reino Unido y los Estados Unidos, son precisamente los que han aupado al poder a los personajes más extravagantes. Cien mil muertos en Estados Unidos. Tantos muertos en Nueva York como en toda España, que desde esta semana está de luto oficial. Y recuerden que la mejor forma de honrar la memoria de los fallecidos no es el ruido. Ni el insulto. Es el silencio.