La cohabitación
Seánchez e Iglesias han conseguido forjar una cohabitación que parece resistir frente a una coyuntura tan excepcional que habría hecho saltar muchos Gobiernos. Una de las claves del equilibrio de fuerzas entre ambos bandos es el reparto de papeles de los dos políticos. Lo primero que han hecho ha sido vulnerar aquel compromiso de que el equipo de gobierno hablaría con una sola voz. Pero, lejos de suponer un hándicap, esta polifonía le permite al mega-Gobierno diluir responsabilidades, cubrirse unos a otros, colar planteamientos ideológicos y mezclarlos con los institucionales; dar garrotazos a la oposición y, a la vez, ofrecer la imagen de mano tendida. Se desconoce si los de Sánchez comparten que Vox ansía dar un golpe de estado o incitar a la insurgencia a la Benemérita. Tampoco si son partidarios de que a los diputados se les llame de todo menos señorías. Aunque parecen coincidir en que se les puede designar despectivamente por los títulos nobiliarios pero no por la militancia política de los progenitores. Es decir, el socialismo navega tranquilamente en el mismo barco que el populismo de Podemos y, de cuando en cuando, se muerde la lengua.
Un ejemplo gráfico de esa cohabitación y reparto de papeles fue la comisión para la reconstrucción. Un político bragado en la lucha contra el terrorismo no se atrevió a enmendar la plana a un Iglesias con maneras que atropellaron toda la cultura democrática y parlamentaria. Pero si Patxi López no se atreve con Iglesias, Sánchez tampoco. El policía malo de la cohabitación ha tensado la cuerda con sus socios y ha comprobado que tiene barra libre para su discurso callejero y faltón. A cambio, Podemos ha tenido que renunciar a sus principios de castidad revolucionaria y meterse de lleno en la ciénaga de la política de las puertas giratorias, el amiguísimo de los nombramientos, hacerse cómplice de todas las trapisondas de Interior y, como confesaba Irene Montero en la ETB, ocultarle a la gente información sensible sobre el coronavirus en aras de «la política de comunicación del Gobierno».
La naturalidad que Iglesias y los suyos han demostrado para gestionar los ministerios con intolerancia y sin complejos demuestra que su adaptación al terreno les blinda ante las críticas por el abuso de poder. Es más, en la balanza de estos meses en el Gobierno de cohabitación se ha podido apreciar que el que tiene voluntad de liderazgo es Iglesias. Si no es el que manda, lo parece. Mientras a Sánchez le asoma por las costuras de la mandíbula su ansiedad por sobrevivir, el hijo del militante del Frap parece haber tomado bien medida del sillón para quedarse a vivir en él. «Señoría cierre la puerta al salir». ‘E la nave va’.