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Nunca sabremos cómo habría actuado un Gobierno presidido por Pedro Sánchez teniendo como socio a Ciudadanos y con Albert Rivera de vicepresidente. Aquél pacto podía haber cambiado la Historia de España con respecto a la conocemos con Pablo Iglesias y demás miembros de Podemos en el Consejo de Ministros. Nunca lo sabremos. Pero pudo haber sido una realidad de no mediar el factor humano. La pulsión del poder (con quien sea) por parte de Sánchez y la ceguera de quien creyó (Rivera) que podía rebasar al PP y heredar el liderazgo de la derech. En Italia llaman «dietrología» al ejercicio de imaginar cómo habrían rodado las cosas de haber sido unos y no otros los protagonistas de los acontecimientos. Es un clásico pensar cómo habría cambiado la Historia sí Aníbal hubiera ido contra Roma en vez de sestear en Capua.

En lo que nos afecta, creo que esta divagación nace al hilo de la insoportable crispación política que estamos viviendo. Cuesta creer que con un Gobierno formado por el PSOE y Cs se estarían lanzando acusaciones de «golpismo» a la oposición. Pero en eso están. Para desviar la atención acerca de los errores cometidos en la gestión de la crisis sanitaria inició la ofensiva el vicepresidente Iglesias y le siguieron Irene Montero y Alberto Garzón aventando una cortina de humo con la que tapar el escándalo que persigue al ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, por las falsedades con las que han tratado de justificar la destitución del coronel Diego Pérez de los Cobos. Hasta el presidente del Gobierno ha descendido al barro hablando de la «policía patriótica». Los ciudadanos no nos merecemos que quienes tienen el deber de gestionar los asuntos del común estén impulsando semejante clima de crispación. La tensión que se ve y oye en el Parlamento acaba saliendo a la calle.

Sánchez ha cambiado mucho. La cercanía de Iglesias le está radicalizando. Bajo la actual dirección el PSOE ha dejado de lado una parte de su propia historia. Su alianza de ahora con Podemos, rescoldo del poder comunista que desapareció en Europa tras la caída del Muro, ha desnaturalizado su AND socialdemócrata. El juego de poder al que les empuja esta alianza al satanizar a la oposición divide al país y alimenta la crispación. La Historia no da marcha atrás, pero nada impide pensar que las cosas podrían haber rodado de otra manera.