Ganar a todos
Siempre quiere agradar y complacer a los demás? ¿Hace cosas para que le valoren? ¿Evita a toda costa que alguien se moleste por algo que usted ha hecho? Entonces es probable que sea esclavo del ‘tengo que gustarle a todo el mundo’. Si es así, también dirá que sí a cosas que no quiere hacer por miedo a que al otro le parezca mal, le costará expresar su opinión si es diferente al resto, buscará que los demás aprueben sus decisiones, tendrá miedo a no satisfacer sus expectativas, le costará poner límites y evitará los conflictos.
Las personas que viven bajo el mandato interno de complacer a los demás sólo se valoran cuando sienten que gustan y agradan a todo el mundo. Eso les lleva a esforzarse por ser encantadores y que nadie se enfade con ellos. Complacen tanto al resto que a menudo se quedan sin tiempo para ellos mismos y no se perdonan haberle podido dar una mala impresión a alguien. Actúan así porque creen que su valor como personas depende de que gusten a los demás, y para eso necesitan complacerles en todo.
Todo esto hace que no se den permiso para ser ellos mismos. Que no se atrevan a decir lo que piensan sobre algo, que no sean capaces de hacer lo que quieren y que se sientan culpables si dicen que no. ¿Cómo va a ser uno mismo alguien que siempre está pensando en complacer y gustar a todo el mundo? La única solución para quien piensa así es dejar de ser auténtico.
Así que, si se siente identificado y quiere salir de este patrón tan tóxico, dese cuenta de que es completamente imposible gustarle a todo el mundo, igual que a usted no le gustan todas las personas que conoce. Atrévase a expresar lo que piensa y lo que desea, empiece a decir que no y respete cuando otra persona se lo diga a usted. Sepa que es igual de valioso cuando no le gusta a alguien y aprenda a valorarse al margen de que otros le valoren. Dese permiso para no gustar a todos y reconózcase el derecho a pensar en usted primero. Respétese, cuídese y dedíquese tiempo. Y que la brújula que le guíe sea ‘ser yo mismo’.