Editorial | Edificios con los que León debería marcar la diferencia
Son cuatro de los edificios más emblemáticos de la capital, de ese tipo de inmuebles que otorgan carisma y marcan la diferencia entre una ciudad que sabe valorar y atesorar su patrimonio y otra que mira pero no ve. León está en el filo de esta encrucijada, ciega ante el ninguneo a emblemas como el teatro Emperador, el Trianón, el palacio de Jabalquinto y la casa neomudéjar de la esquina de San Agustín. La historia arquitectónica de esta urbe está plagada de tropelías fruto de la incompetencia de unos dirigentes que no supieron en su día apreciar el valor de sus edificaciones, pero es de esperar que algo se haya aprendido desde entonces. Estos cuatro edificios duermen en desuso, abandonados a la espera de que les sobrevenga la ruina ante la impasividad municipal aunque no esté bajo su competencia. El Ayuntamiento debería ser mucho más proactivo para promover la conservación y el aprovechamiento de estos bienes en beneficio de la ciudadanía. Sería de necios creer que la ciudad del futuro que se pretende sea León se puede construir despreciando el legado que ha sobrevivido al pasado, conformándonos con mantener en pie a los ‘grandes’, como la Catedral, la basílica de San Isidoro y el hostal de San Marcos. El reloj avanza imparable y no tiene ninguna consideración sobre los cimientos del patrimonio así que no hay demasiado margen para mirar hacia otro lado y esquivar las responsabilidades. Es hora de actuar en la medida que corresponda a cada administración.