Cerrar

Creado:

Actualizado:

Apresando un río con morrillo, ramaje, tapín y estacón, se le hace nacer una arteria de agua que se aleja de su cauce para ir a conocer tierras por las que nunca le dejaría caminar la ley de la gravedad. Este sistema debió ingeniarlo el hombre a los diez minutos de inventar la agricultura, se perfeccionó con los siglos y se ha mantenido hasta hoy por todo el planeta desde el Machu Pichu a Murcia y de Senegal a Sri Lanka, aunque el cemento manda hoy en lo que antes eran canales sobre tierra o empedrado, presas a las que, según en qué parte de España, se las llama cacera, riego, caz, sangradera, cequeta, acequia, cuérnago, regata, alfagra, azarbe... nombres del  agua en fila para la sed  del campo, nombres que tantas veces recuerdan que esto nos lo afinó el árabe, el pueblo que mejor supo hacer bailar o cantar al agua en fuentes, norias y reguerillas. Lo común aquí es llamarla reguero, pero mucho también reguera, que  León es muy paisana  y por eso el negrillo es negrilla, el chopo chopa y el nogal la nogalona (¿mandan ellas?, ¿quién lo duda?).

Vienen hoy hasta este retén de letras las presas históricas cuyo papel secular ayudó a las siempre tacañas nubes a mojar un poco la esperanza del horizonte seco donde vive gente peleando por sobrevivir. Y vienen presas y acequias aquí porque a una compañera suya le tienen puesta la rodilla al cuello y boquea la pobre ante la impotencia de alguna gente que pide mantener su cauce vivo para que ese agua siga siseando (en la presa fluyente el agua se olvida de carrerillas, ni la pía) y fecundando a lo largo de un corredor verde que fue cangrejero y bermejuelo. Es la presa vieja del Bernesga, escrita hace ocho siglos sobre el pellejo de su vega baja, inamovible, fecunda y molinera desde entonces a anteayer, cuando empezó a descuidarse, cegarse y enguarrarse en no pocos tramos al irse cediendo derechos de riego que aún mantienen los pocos labrantines que ven un futuro de sopa de grijo y botijo de arena.

Ríos del hombre son las presas... su riqueza biológica, su función y la arqueología agraria exigen su indulto.