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El Tribunal Supremo ha cerrado el largo periplo judicial del caso de los créditos que Caja España refinanció a su entonces presidente, Santos Llamas, hace ahora más de once años. Caben recursos sólo a altísimas instancias, tras haber resuelto las muy altas invocadas hasta ahora en el mismo sentido. Un pulso con un coste cuyo respaldo quizá algún día tendrá que explicar Izquierda Unida, después de que Ecologistas en Acción se descolgara hace tiempo del asunto.

Es triste que el caso, más allá de los intríngulis judiciales, se haya cerrado en falso, dejando en el aire las responsabilidades. Y más preocupante que deje tantas sombras en quienes hicieron o no tomaron conciencia de lo que hacían como en quienes no actuaron cuando estaban a tiempo y exprimen ahora el rédito mediático de hacer leña del árbol caído. De cuya podredumbre seguimos padeciendo sarpullidos a los que habría que seguir prestando enorme atención.

El proceso no cuestiona la irresponsabilidad, servilismo o falta de criterio con los que se mangonearon las cajas de ahorro. No se ha entrado ahí. De hecho, este periplo judicial tiene más de culebrón políticamente mediático que de ejercicio de análisis para esclarecer lo que de verdad hundió el negocio de las cajas.

El caso Llamas es un rosario de torpezas judiciales, amparadas en la misma búsqueda de rentabilidad política que hundió a la entidad. La mejor prueba son las declaraciones de la responsable provincial de IU (acusación en el caso) ante la decisión del Supremo. Sólo dos perlas: los créditos objeto de litigio permitieron a Santos Llamas entrar en el negocio inmobiliario, «al que no se había dedicado nunca», en plena burbuja. Y los acuerdos los aprobó un consejo de administración formado por miembros del PP. ¡Y se quedó tan oreada! Dos mentiras intolerables lanzadas con infamante intención, pero que han sido trasladadas sin filtro a la opinión pública.

Quizá, y lamentablemente, lo que no importa a unos y a otros es el trasfondo del asunto, lo ocurrido y lo que se nos ha llevado por delante a los leoneses. Que tiene aún muchísimo por aclarar. Sólo se afanan en arañar rédito. Ruido. Nada más. Y desfachatez (no quiero pensar que ignorancia pura, sería aún más lamentable) para mentir sin pudor.

Las antiguas cajas tienen mucho que explicar sobre un pasado conflictivo, patético en sus resultados. ¿Llegará quien lo exija con honestidad? Esperamos.