Diario de León

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En otro día histórico, dentro de esa tendencia histérica que ignora que los acontecimientos se significan por el poso que dejan con el paso del tiempo y no por los cohetes que los anuncian, los partidos políticos mayoritarios festejaron la pasada semana la firma del «pacto para la recuperación económica, el empleo y la cohesión social de Castilla y León». El acto congregó en Valladolid a los portavoces para escenificar la unidad alrededor de un documento con 88 propuestas que apenas tienen sustancia, pese a que ocupan 17 folios de pesada lectura, aunque con el publicista adecuado podrían encontrar espacio en las frases motivadoras que decoran las tazas de desayuno que se venden en esas tiendas de cosas que nadie necesitaba hasta ahora. La redacción abunda en los conceptos manoseados y los lugares comunes del mercadillo político que se ha apoderado de los debates, repleto de verbos en los que la acción aparece postergada a medio y largo plazo: «profundizar», «avanzar», «implementar» —ni un informe que se precie sin su implementar—, «elaborar un plan», «afianzar la posición» —como si fuera un córner en el minuto 92 de partido—, «garantizar» e, incluso, «solicitar» a otras administraciones. Pero siempre con el compromiso de que las relaciones con el Gobierno «estarán basadas en los principios de solidaridad, cooperación recíproca y lealtad institucional», pese a que acabada la ceremonia el PP y el PSOE ya se navajeaban por lo fino con notas de prensa cruzadas. Pacta tú antes; no, pacta tú: el amor.

La retórica aboga por la entrada en «un nuevo tiempo» en el que, por ejemplo, habrá un «modelo de ordenación sanitaria sobre la base de la calidad y la equidad», en el que se «garantiza el compromiso por la transparencia» y en el que se establecerán «políticas de choque por el empleo». Uno, que es inocente, pensaba que estas cosas ya se daban en el «modelo de éxito» de esta comunidad, como la define su presidente, pero se ve que es necesario repetirlo para que cale. En el catálogo de buenas intenciones les faltó incluir la salvación del urogallo, la protección de la capa de ozono y la abolición de los pantalones pesqueros. Vamos, un pacto que podría firmar cualquiera. Ese es el problema. Todo es tan blanco, tan etéreo, tan genérico, tan haremos lo que podamos, que no obliga a nadie a nada. Verán como lo cumplen.

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