Calma chica
Tras la tormenta de los debates parlamentarios en los que la oposición intentó colocar al Gobierno frente al espejo de los errores cometidos en la gestión de la pandemia, parece que ha cambiado el viento y las aguas se han calmado. En ese clima se han producido tres hechos que aunque separados entre sí guardan un factor común: el acuerdo. Acuerdo hubo entre el ministerio de Trabajo, la patronal y los sindicatos para prorrogar los Ertes hasta finales de septiembre —una solución temporal que aplaza el desplome brutal del empleo a la espera de algún indicio de recuperación—.
También se puede hablar de acuerdo entre el PSOE, el PP, Ciudadanos y Podemos para aprobar el decreto ley para la «nueva normalidad», que con la inclusión de enmiendas de la oposición establece la normativa para afrontar eventuales rebrotes de la pandemia una vez decaído el estado de alarma. Llevábamos meses, prácticamente desde que Pedro Sánchez dio a conocer su pacto de legislatura con Pablo Iglesias y Podemos, sin un día de tregua en la dialéctica Gobierno-oposición.
Hay un tercer episodio, si se quiere, menor, que ha contribuido a forjar esta suerte de calma chicha en la vida política española. Me refiero al apoyo que ha encontrado Nadia Calviño —candidata a presidir el Eurogrupo— tanto por parte del PP como de Ciudadanos. No siempre ha sucedido así. Hay precedentes de candidatos propuestos por el Gobierno de turno que no contaron con el respaldo de quienes estaban entonces en la oposición. Sin ir más lejos, en 2014, Pedro Sánchez decidió que los socialistas españoles no apoyarían la candidatura a comisario europeo del exministro popular Miguel Arias Cañete. Ha bajado mucha agua desde entonces por el Senne, el río medio escondido que cruza Bruselas y, en esta ocasión Pablo Casado, a diferencia de Sánchez, no se ha dejado llevar por el sectarismo de partido. Que una española pueda presidir el sanedrín que forman los ministros de Economía de los 19 países de la Unión Europea que tienen el euro como moneda común es bueno para España y así lo han entendido en la oposición.
Tiendo a pensar que estos tres episodios caracterizados por un principio de concordia no reflejan la realidad de la vida política nacional. Vivimos algo así como una tensión aplazada. Diversas corrientes se cruzan bajo la superficie y aflorarán con fuerza así que pasen los meses de estío doblemente deseados por todos —también por los políticos— tras los terribles días de miles de muertes, contagios y confinamiento provocado por la pandemia.