Mediocracia
Evidentemente, todos somos mediocres en algo o en mucho. Creo que, en general, lo asumimos como realidad, sin falsas humildades. «El problema de la mediocridad viene cuando pasa a convertirse, como en la actualidad, en el rasgo distintivo de un sistema social». Es un poco el espíritu que late en el ensayo de cierta acidez –se puede o no estar de acuerdo, por supuesto— del filósofo canadiense Alain Deneault Mediocracia. Cuando los mediocres toman el poder, recientemente editado en España. En realidad es un libro contra las estructuras, contra el «orden mediocre que se establece como modelo». Por eso esta situación es la antesala de una revolución, entendida esta como el intento de romper contra lo establecido inútil. Posiblemente la situación que estamos viviendo y sus «agujeros» impensables hasta hace bien poco sea un momento para la reflexión serena pero real y determinante. Su lectura puede ser raíz de tal actitud.
Aunque refiere lugares donde abunda la mediocracia –anotación especial al ámbito universitario—, la política es uno de los focos de tal padecimiento. Y es que llevar al poder a los mediocres genera una situación injusta y sin pensamiento crítico. Pero subrayen, y es muy importante, que ser dirigente es una elección personal no imprescindible, aunque la mediocridad llene a no pocos de imprudencia. Son especialmente estos los que no necesita la sociedad porque solo entienden su actividad como modus vivendi, prácticamente sin retorno ni alternativas, y por ello llenos de descaros, exabruptos y falta de operatividad y, por tanto, de soluciones. Son los que no dan soluciones sino que se convierten en problema.
Los mediocres se esconden bajo la astucia, cuando no la mentira o las largas, no se cuestionan lo que piensan, son acomodaticios y fingidores, simuladores de resultados, vehículo incluso de arbitrariedades y opresiones con capa de barniz. Mediocres son los que se apuntan con facilidad y sin rubor todos los éxitos y achacan a los demás cualquier fracaso, sabedores de que algo queda. Mediocre es el que hace crecer la administración innecesaria y los favores para atar fidelidades forzosas. Son mediocres los que ponen en la picota a los mejores para evitar la sombra. Por eso oscilan entre la complicidad y el miedo, pontificando sin razones, por pura inseguridad.
Las mediocridades comunes, de las que somos portadores la mayoría, no tienen la proyección de la mediocracia. Esta afecta y aqueja a la sociedad en que vivimos.