Vuelven al redil
Aun Sócrates ya de vuelta de sinos y sirenas no le sorprende nada el resurgir vigoroso del nacionalismo gallego roto de forma que parecía irremediable hace nueve años. Duplica votos. Las encuestas le soplan de culo, que allí dicen viento en popa , marinero, así que los nacionalistas izan trapo y singlan donde otras rojeces desarbolan o pierden velamen, sobre todo las Mareas que vivieron en su euforia inicial del voto prófugo del BNGa más que del PSOE o de la izquierdiña clásica, maldiciendo todos a las sirenas podemistas que tanto sedujeron con su pegadiza y marchosa canción « Haremos un sol del carallo ». Pero estas reconquistas de poco le valdrán al Bloque del viejo Beiras porque no irán más allá del mar de los hijos pródigos, nada pescarán en una derecha gallega de por sí aldeana y parroquial (y pese a que todo nacionalismo es derechoide en esencia y lo atiza ansiosa toda burguesía provinciana); así que los populares están que arrasan y no dejarán calentar escaño ni a Ciudadanos ni a Vox. Abusones. Aquello es la aldea gala del PP y Feijoo es su Vercingétorix. Habrá que averiguar qué meiga o chamán compostelano tienen en la contrata y qué pócima usan o, más probable, qué hierbas le echan al orujo o a sus queimadas.
Tiempo de ira y de miedo. Este lo es, escenario ideal para que cualquier nacionalismo encandile... contra la globalidad tirana: exaltación del ombligo... contra el centralismo mandón: la tribu first ... venga la hijuela y fuera españoles y moros. Y aquel voto huído del BNGa le vuelve a casa, a casiña, Maruxiña, refugio seguro, a la familia. Lo recordó Pierce Brosnan hace poco: La pandemia te hace ver lo que importa: la familia y los amigos . Es el viejo imán-redil de ¡como la casa de uno!... Y aquí viene a cuento aquel pasaje cuasi evangélico del obispo que visita en sus finales a un párroco añoso, cura pachón y catapotes; e intentando animarle en su agonía le dice: estése alegre y tranquilo, don Beltrán, que va usted a la Casa del Padre... y el buen cura le replica con un resignado lamento: ya, ilustrísima, pero como la casina de uno ...