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Del funeral celebrado en Madrid, con presencia de los Reyes, en memoria de las miles de personas fallecidas a causa de la pandemia quedará en la memoria por la ausencia del Presidente del Gobierno. Es difícil sustraerse a la idea de que ha podido ser el temor a ser abucheado en razón de la deficiente gestión de la pandemia el factor que explica dicha ausencia. Una ausencia que conecta con otras. En los días del estado de Alarma tampoco se vio a Pedro Sánchez visitando algunas de las residencias geriátricas en las que se había cebado el virus o visitando —como lo hizo el rey Felipe VI o la ministra de Defensa Margarita Robles— el hospital instalado en el recinto de Ifema.

Sorprende, desde luego, la falta de empatía con la gente en momentos en los que lo estábamos pasando tan mal. Es llamativo que una persona tan pendiente de su imagen —ha creado en La Moncloa el mayor departamento de asesores que se recuerda— no haya tenido en cuenta que por encima del carácter religioso del acto, el funeral era la primera ocasión para rendir homenaje a los más cuarenta mil compatriotas fallecidos durante la pandemia. El improvisado viaje a Lisboa para almorzar con el primer ministro Antonio Costa, con el que había estado hace una semana cuando se abrió la frontera entre España y Portugal, sonó a excusa para no acudir al funeral.

España es un Estado laico, pero de muy arraigadas tradiciones religiosas. En nuestro caso, católicas. Con independencia de la naturaleza de las creencias particulares, una de ésas tradiciones acoge con solemnidad el adiós a los muertos. En la misa celebrada en la catedral de La Almudena estuvieron presentes algunos dignatarios de otras confesiones religiosas. Pero los protagonistas del acto eran los ausentes, los miles de fallecidos en el transcurso de la pandemia.

Que el día 16 vaya a celebrarse un acto de homenaje de Estado en su memoria —en el Patio de la Armería del Palacio Real— no anulaba el funeral y por lo tanto no otorgaba excusa. La ausencia de Sánchez que como presidente nos representa a todos los españoles, deja un poso de decepción respecto de su forma de entender los asuntos públicos. Uno más si, como decía, evocamos la forma como ha llevado la gestión de la pandemia.