Pura parábola
Qué pena. Nunca vemos los puentes al cruzarlos. Ni siendo un monumentazo paramos a verlos. Importa un pito el alarde o belleza que luzcan debajo. Tampoco agradecemos al cabalgarlos el favor de salvarnos lo insalvable. Y tira millas, Marilú.
Pasa así con el puente de Puente Castro. Lo cruzan al día gentes mil a rueda, a lo suyo, ¿y cuántos dedican un instante de gratitud a quien lo ideó y a las esforzadas manos paisanas que lo izaron?, porque en 1778, año de su estreno, estas cosas gigantonas se hacían a mano, a puro brazo, con andamiaje de poste y polea, mientras un pelotón de picapedreros escachaban morrillo en la orilla y los canteros escuadraban peñascos según los planos. Aquello fue todo un duelo musical entre la canción bronca del Torío a borbotón y, al lado, una poblada orquesta de canteros percutiendo sobre bloques de pura peña con repiqueteo campanillero que solo cesaba al sonar la campana de «a parar»... y con este concierto en la oreja se tiraron tres años los vecinos de la vieja aljama judía, eso tardó en construirse. Pues bien, no fue fácil levantar ese puente; esto es León. La orden de hacerlo vino de Madrid, del Consejo de Estado (reinando un Carlos III ilustrado que quería lavarle el culo a España). Habían inspeccionado el puente viejo -un embudo en zigzag, estrecho y maltrecho, que costaba arreglarlo tanto como uno nuevo-, y la Corte dijo adelante... ¡albricias, León!: un puente para siempre y de ancho doble duplicaría el comercio de las Castillas con Asturias siendo esta ciudad su paso obligado. Llegaba al fin el futuro a una arruinada capital de escaso meneo y horizonte donde el 70% de la propiedad urbana (!!!!) estaba entonces en manos eclesiásticas: obispado, cabildos, conventos, parroquias, cofradías... Este puente lo pagó toda población o lugar en 30 leguas a la redonda (parda la lió el obispado de Valladolid, no pilló exención y acabó aforando).
Pero en estas, el alcalde de León, que lo veía innecesario, amenazó con prohibir su obra. ¿Enloqueció?... (lo vemos otro día en su salsa y parábola, se acaba el papel y el turuta toca retirada; salud).