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Editorial | Feve suma un agravio tras otro a una sociedad excesivamente resignada

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Con un comunicado advirtiendo de la recuperación del 72% de las frecuencias de ancho métrico que había antes del Covid-19 pretendía ayer Renfe salir al paso de la indignación social generada por la reducción a la mitad de los servicios de Feve anunciada en un panel en la estación de Matallana. En realidad, lo que esconde esa comunicación, visto desde la otra perspectiva, es una pérdida de circulación diaria de trenes —se entiende que del 28% restante—, un recorte más a añadir a un relato interminable de agravios para los usuarios y para la sociedad leonesa en general, hastiada de la paulatina degradación de la compañía y de la pérdida de servicios de todo tipo, y un paso más hacia el cierre, por la vía del agotamiento del usuario —tres de cada cuatro han dejado de serlo—, de una línea cuyo imparable declive se inició en el año 2011 y, al parecer, todavía no está agotado.

El cierre de la estación de Matallana que obligó —y obliga once años después— al traslado de los viajeros al apeadero de La Asunción para un trayecto con frecuencia más corto en el tiempo, las sucesivas averías de los trenes por problemas de mantenimiento, la supresión de personal —de revisores en innumerable casos y de maquinistas, ya es el colmo, en otros muchos— y los continuos engaños a la sociedad leonesa sobre los plazos de ejecución y los problemas burocráticos y técnicos añadidos superan ya más de lo soportable para una sociedad excesivamente resignada que esta misma semana asistía a una última burla: la aprobación definitiva de la urbanización del entorno que el gobierno municipal podría haber ejecutado con la provisional. Todos mienten y los ciudadanos consentimos.