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Se sube en los despachos, también en el fútbol, advierte a modo de desengaño un ex directivo de club de capital de provincias, que cuenta con la mitad de su historial en el purgatorio, a ver si san Pedro se ablanda y abre la puerta de una vez (al club, digo, no al ex directivo, que ni falta que le hace). Aquel ascenso de la Cultural sí terminó en los despachos; en los del hotel de Cembranos, que inauguró las conexiones entre León y Jerez antes de que los illuminati empujaran el puente aéreo a Sancti Petri. Los señoritos repeinados con chequera llegan al corazón mucho antes que el abrazo que ofrece el fondo sur, capaz de empeñar la voz en una idea, en una pasión, en un sentimiento. El resultado está en la hemeroteca, y es ejemplo de la deslealtad más lacerante que pudo recibir la afición culturalista a sus desvelos, a su amor por el escudo. Como los equipos de fútbol siempre terminan por parecerse a la afición que los sostiene, igual que los perros se asemejan a sus amos, se corrigió aquel peligro de poner precio al honor de una ciudad por treinta lucas. Sigan, sigan; comodín de regreso al fútbol sin plebe, mientras la mano que mece la cuna interviene el destino a fuerza de sentenciar penalties, que son, o no, según le convenga al poder, en ese trance de pedir el VAR, un vino o un hábeas corpus. Luciano Moggi no llegó nunca a hacer tanto por la Juve ni tan poco por el Calcio. La Cultural debería acomodar sus expectativas a que en este trasiego para escapar del valle de lágrimas puede toparse con la recomendación del poder, que enviará los maletines que sean necesarios con tal de no volver a encontrarse otra vez con una grada en la que el sentimiento leonés retumbe con el mismo entusiasmo que estalla tras un envite de Eric Montes. Señal, igual, de que este Reino no era tan de cobardes como llegaron a suponer en la meseta. El penúltimo episodio de inseguridad ciudadana, relata el asalto a una sucursal bancaria en un barrio que iba a ser paradigma de la alianza de las civilizaciones del chavismo primigenio; las crónicas recrean el atuendo del atracador, con mascarilla y camiseta del Barça; dato elemental para que las pesquisas descarten al colectivo de trencillas en las investigaciones. Ojalá que la Cultural sepa de fútbol tanto como de palparse la ropa. Ojalá.