Bragas en la boca
H ay un nuevo placer bien barato que solo las mujeres entienden en su exacto cuasi orgasmo: quitarse la mascarilla al llegar a casa proporciona un gustazo parecido al de soltarse al fin el sujetador antes de derrotarse en el sofá permitiendo que la naturaleza se expanda como lo hace el universo mientras repasan y masajean las marcas hendidas por la opresión de aros y corseterías prietas... con lo que vino al hilo el por qué eran tan iguales el franquismo y el sostén: los dos levantan a los caídos, oprimen a los de dentro y engañan a los de fuera .
Con alguna razón una mujer en la radio llamó el otro día a las mascarillas bragas de la cara ( correto , Maruxiña, ¿o no es la mascarilla «telita con cintas», mecanismo de los tangas?), tapabocas que van entrando con la misma profusión que calcetines o pañuelos en los cajones de «la muda» y con los mismos derechos y lavados que calzoncillos o camisetas. De ahí que la industria de lo fútil y lo inútil haya visto en las mascarillas otro complemento del vestir y, por tanto, moda, rabiosa moda, eso que se inventó para distinguirse de los demás a lo idiota y que tanto nos cuesta a lo bobo (¿cuántas pijas no llevarían tapabocas de blonda holandesa o ganchillo moraví porque el de leoparda ya es plaga poligonera?)... y así tenemos ya en la calle un batiburro de mascarillas variopintas, delirantes algunas, nacionaleras a manta, publicitarias la intemerata y un vulgar desparrame de lo copiota y del todo vale que premia al hortera... al dato: ¿cuantísimos millones de tapafocicus (en lleunés normatíu) se consumen en el mundo y seguirán necesitándose todavía un rato largo?... multiplica por lo que cuesta la unidad, haz cuentas y hazte cruces... ¿y la fortuna que amasa la industria de plásticos y metacrilatos exigidos para mamparas, profilácticos, esparavanes y nometoques?...
Amén de braga-tanga, también se asemeja la mascarilla a una prenda de vestir que, en sus finales, aún llegué a usar de crío: el justillo , guateado, con cintas, peto al pecho, barricada al frío. ¿Lo recosemos mañana? Quizá pasado mañana lo pida la moda... o la penuria.