Los lobos de Luna
Que los perros avancen en jauría y los lobos caminen solos, solos como León solo, no alcanza para justificar que el cachorro servendo de Abelgas haya ido a entregar el alma entre cuatro paredes de hormigón; él, nacido libre en los montes de Luna, predestinado a vigilar desde las lomas el regreso de los rebaños trashumantes que se anuncian a lo lejos, con el tilín apurado del vacío, con el tañido poderoso de los cencerros de los mansos, que se expande celestial nada más que superan el pinar de Camposagrado, con la esperanza que las campanas de la cristiandad tocan a Pascua la mañana de la resurrección. Otro daño que imputar al arbitrio del paramés errante, en connivencia con los viejos comunistas prosoviéticos del socialismo que dejaron enterrado en Suresnes, que bien listos anduvieron para poner una losa de mármol a toda perspectiva de futuro a esta tierra, donde no quedan visos de futuro ya ni para la fauna. No les bastaba con el agua; se llevan hasta los lobos. Si los lobos tuvieran un gen sumiso, encabezarían el cartel del pasen y vean, que cada temporada elegía el parque ferial del desguace de Clarés para que la felina albina cautiva desde el imperio de los Césares alumbrara a su nueva camada, mientras los ligres, mitad león, mitad tigre, maullaban como gatines. Otra tara de la legislación autonómica, esta de las diecisiete caras y que ninguna es la nuestra. El lobo, que no actúa en el circo, en una furgoneta de reparto camino de un penal del altiplano en el que no sería capaz de subsistir ni a base de grillos y miel silvestre, a modo del ejemplo de Juan Baustista antes de santificar su modelo de austeridad en el desierto. Así acabó sus días también Jimena, muerta al tiempo del bautizo una vez que la evacuaron del alto Sil que la vio nacer, entregada a la morgue a los pies del polo industrial de la pujante Castilla, paraíso del desarrollo económico, pero algo escaso como hábitat para los osos. No se puede tener todo en esta vida. Le llamaron Jimena porque la llevaron a morir a Burgos, como le podían haber llamado María Do Espíritu Santo, si el centro lo levantan en Lisboa. Si hacen esto con los lobos, imaginen qué no podrán con los paisanos. El último leonés en la faz de la tierra acabará en el centro de animales salvajes de allá abajo. Como el lobín. Otra metáfora de estos cuarenta años de soledad.